|Capítulo 12|

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El momento decisivo en el que eliges ser un buen padre y cumplir tus deberes como tal. Hacer tareas con tu hija, por ejemplo. La cual fue en busca de sus materiales y luego de quince minutos sigue sin aparecer, es casi descontrolable para mí. Que se tarde lo que desee, mucha prisa no tengo, aunque fue una semana de trabajo cansada, agregando que el jodido ascensor se ha roto y me tocó subir todas esas escaleras, veinte pisos para ser exacto. Ya me he ganado unas piernas increíbles, bueno, no tanto así, pero duelen como el infierno.

Pensar que mañana tengo dos reuniones muy importantes con los proveedores. Mi cabeza está despejada, libre de toda tensión, con una buena noche, plena, serena, en la que mi sueño sea reconfortante, si, eso bastará para que mi reunión sea un éxito. Las agujas del reloj marcan su tic tac y Sophie sigue sin venir, ¿Qué tanto estará buscando? Pienso muy seriamente en ir a por ella.

Aparece hecha un desastre y sudando, ¿Qué jodidos hacía allá arriba? La miro esperando alguna explicación, necesito que lea mi mente. Deja caer la mochila al suelo y coloca un cuaderno sobre la mesa, decepcionada lleva las manos a su cadera, dejándolas como jarra, parece que la señorita se la ha pasado mal allá arriba, no tengo ni la mejor idea de que pudo haber sido, me veo tentado a preguntar, pero ella se adelanta.

-No haré las tareas hoy, esto es difícil. -Exclama exasperada.

Oh, si. Claro que si la harás jovencita. Debe haberle ocurrido algo demasiado fuerte para que haya tomado tal decisión, aunque para mí, no hay pero que valga cuando se trata de cumplir con sus obligaciones.

— ¿Por qué? Digo, si se puede saber. —Pongo mis brazos en la piernas para unir mis manos y escuchar su creativa respuesta, porque sé que lo será. Sus labios forman una línea y suelta un suspiro de resignación muy sonoro, cruza los brazos a la altura del pecho mientras niega con la cabeza.

—No lo encuentro. —Suelta un bufido y pone los ojos en blanco. Oh, no, aquí viene Sophie la dramática. —Lo busqué en todos lados: En la mochila... —señala el artículo—, saqué todo, y fue... Cansado. —Ahora viajan sus manos a la cara, paseándose por toda ésta, empieza a enumerar con los dedos de la mano izquierda: —Abajo de la cama, en las almohadas, las gavetas, en la ropa, moví las sillas y no está. —Deja caer sus brazos a cada lado rendida.

— ¿Y qué es eso que no encuentras? Y que al parecer es indispensable para tí. —Sonrío burlón, mi pequeña es demasiado exagerada.

—El lápiz, mi lápiz se ha perdido. —Se deja caer de espaldas en el sillón. Enarco una ceja y ladeo la cabeza.

De su moño sale un objeto alargado de color rojo, que en la punta cuelga un pequeño llavero de corazón. Se me escapa una risita, Sophie es un desastre. Acomodo mis codos en las piernas para sostener mi cabeza, cruzo el índice en medio de mis labios para ocultar la sonrisa que quiere formarse. Ella me mira con el ceño fruncido, mi bella hija

—Deberías revisar en tu cabeza. —Le doy una mirada divertida.

Toca el moño despeinado en su cabeza y el rubor se apodera de sus mejillas.

— ¡Ops! Creo que ya lo he encontrado. —El gesto divertido de su rostro me provoca una sonrisa. Adoro que sea tan ella, única e irrepetible, mi hija es todo un caso.

—Bueno, si no se te ha "perdido" nada más. -Hago comillas en la palabra porque jamás perdió su lápiz. —Podemos hacer tus tareas.

—Tu hija está loca. —Suelta divertida y vuelve a sonrojarse. Oh, está apenada. ¿Quién la viese? Suele ser muy ordenada con todas las cosas de su colegio.

—No sé porqué, pero quiero mucho a la gente pequeña, castaña de ojos muy bonitos y sobre todo locas, muy locas. Si se llaman Sophie, mucho mejor.

Prometo Quererte SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora