|Capítulo 17|

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Hoy es día de trabajo y todo va normal, estoy sentado en mi oficina, revisando documentos y tomando apuntes para tener todo en orden. He tenido tanto trabajo que ya imagino a los números y letras bailando frente a mí, mejor hubiese pedido el día, ahora mismo estaría en casa, descansando, ya que Sophie está en la escuela, sería mi hora gloriosa. Llaman a la puerta, mi única respuesta para ello es...

—Adelante. —Miro entrar a Zoe. Pongo mi mejor cara. No se sabe con que me vaya a salir, después de lo de ayer, tratar de adivinar es correr un riesgo.

—Buenos días, Ashton. Aquí están los documentos que debes firmar para la compra del material. Allen ya lo ha revisado y Stella, tu asistente, también, es el mismo que aprobaste antes, con pequeñas variaciones en el presupuesto, pero si quieres lo vuelves a leer. — ¿Qué? ¿Desde cuando entra así? Tan seria.

—Buenos días, Zoe. No te preocupes. Yo confío en ustedes.

Agarro el fólder y estampo mi firma en la línea que está al final del papel, vagamente hecho un ojo al escrito, me parece que si, lo leí antes y el final tiene corregido mis puntos. Antes de que se vaya debo hablar con esta mujer.

—Zoe, ¿Puedes sentarte, por favor? —En serio estoy suplicando que lo haga, necesito saber el por qué de su malestar, mi mirada firme tiene su recompensa, ella se sienta.

—Sí, señor. —Responde de mala gana, con lo que me jode que usen ese tono sarcástico en mi presencia, hago un esfuerzo para no llamarle la atención y que se enoje más. No quiero a Troya ardiendo en mi oficina.

—Creo que debemos hablar ¿Me puedes explicar el porqué de tu actitud? —Entrelazo las manos sobre la mesa. —No sé, ayer todo pasó demasiado rápido y estoy más confuso que esclarecido.

— ¿Qué actitud? —Sonríe, pero es una sonrisa falsa, demasiado falsa para ser verdadera. Vaya lado filosófico el mío.

—La que tienes desde anoche que nos encontramos a ... —No me voy a esforzar. No recuerdo su nombre y ya. —La señora, esa que nos saludó ayer.

Pone los ojos en blanco y cruza los brazos. Algo en el acto me parece tierno. Bufa, aclara su garganta y responde:

—Ah, es por ella. Me ha molestado habernos topado con ella. —Acepta con desgano. —Esa mujer me estresa, es una persona frustrante, no me cae bien. Mirna, me da agruras.

—Y eso debe... ¿A qué? —Un gesto vago en mi mano le indica que continúe.

—Antes trabajaba para su padre, en la competencia de Bell'S, ella no trata bien a nadie. Pasa el día siendo sólo la hija del jefe, quiere llegar y gobernar a su gusto y antojo, es molesta y... es más, ni siquiera trabaja ahí, sólo llegaba a dejar su mala vibra. Me ponía así... —cuando habla no separa ni por un segundo su dedo índice del pulgar, y no hablemos del continuo movimiento de su mano. —De arrancarle las extensiones.

—Te molestó verla, ¿Entonces?

—Me dio coraje su descaro y sobre todo su hipocresía, besó mis dos mejillas ¡Por Dios! Cuando hizo hasta lo imposible porque yo saliera de ahí.

—Es una mujer muy coqueta por lo que vi, ¿O lo imaginé? —Abro el correo que acaba de llegar.

—Si lo es y a gran escala. —Separa sus manos a una distancia considerable. —Además de usar más maquillaje que un payaso. Creo que el rojo de su labial aún no sale de mis mejillas.

— ¿O estás sonrojada? —Intento que su enojo se vaya, consigo un leve sonrisa. Reviso por última vez el monitor y no hay nada importante en el correo. Lo cierro.

Prometo Quererte SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora