Le doy caricias a mi vientre abultado, paso mi mano dulcemente con cariño, mientras una vez más intento esconderlo bajo mi suéter. Estoy por entrar al quinto mes y empiezo a creer aquello que dicen por ahí, entre menos lo sepan, más lento crece el pequeño. Hasta ahora he conseguido disimular ante todos, aún no sé el sexo de la criatura que crece en mí, pero cada día lo amo más. Apenas ayer, mis padres regresaron de uno de sus tantos viajes, lo que me tiene muy nerviosa, por la noche logré escabullirme de la cena con el argumento de que estaba cansada por las clases, la verdad es que no tenía ganas de tenerles cerca. Es muy peligroso tenerles en casa.
—Buenos días. —Les saludo entrando a la cocina, manteniendo la distancia con ellos. Que mi chaqueta cubra lo suficiente y pueda salir de esta. Jamás he deseado tanto que se vayan lejos, no tenían que volver, aún les faltaba un mes.
—Buenos días, cariño. —Responde papá, con plena atención en la lectura del periódico con su respectiva taza de café.
—Marcel. —Habla mi madre, pongo los ojos en blanco, ella es la única que me llama por mi segundo nombre sabiendo que lo odio. —Estás como que muy gordita, te ves un poco rellenita de la cara. Cielo, deberías empezar con una dieta pronto, si no quieres parecer embutido cuando luzcas los vestidos en las próximas galas.
—Deja a la niña en paz, mujer. —Le recrimina él. —Está muy hermosa, tampoco quiero tener a un esqueleto como hija. Además, sus mejillas sirven para esto. —Les da un apretón divertido.
—Cuando ruede como foca, hablamos. —Dice molesta antes de salir de la cocina con uno de sus batidos asquerosos de hiervas y no sé que diablos más.
Cojo una tostada y le unto mermelada de fresa, que se ha convertido en mi favorita últimamente. Sirvo un poco de jugo y me dedico a desayunar de pié a un lado de la isla. Papá dirige su mirada a mí, por segundos que parecen eternos, siento mis piernas flaquear, eleva una ceja y cierra el periódico dejándolo a un lado. Sostiene su babilla con la mano de la cual tiene el codo apoyado en la mesa.
Adiós a mi vida.
— ¿Cuánto tiempo he estado fuera? —Su pregunta me toma desprevenida. —Es que si no mal recuerdo, odiabas esa mermelada que hoy devoras con tanto afán.
—Eeeh... — Murmuro nerviosa. —Decidí darle una oportunidad y no sabe tan mal. Y yo me tengo que ir, voy tarde para mi primera clase.
Me despido solo con la mano, y salgo huyendo de la casa. Busco mi auto y lo pongo en marcha, la distancia se me hace demasiado necesaria. He pasado unos maravillosos meses, con una casa para mi sola, las vacaciones del semestre y mi bebé. Todo había estado de maravilla, tendré que pasar el menor tiempo posiblemente con ellos. He tratado de imaginar su reacción al enterarse de mi estado, definitivamente no lo tomarían bien, los dos se van a decepcionar de mí, mamá querrá matarme y papá... El siempre ha soñado con el día en que pueda llevarme al altar, aunque me salté un paso, y ahora estoy plenamente embarazada. Estaciono el auto frente a la casa de mi amiga, seco las lágrimas que no sabía que salían ya. Ella sale de su casa y corriendo se adentra en el auto.
—Bue... Hey, ¿Qué pasa? Tienes una cara de susto.
—Mis padres volvieron ayer, no te avisé porque los nervios me invadieron y reaccioné yéndome a dormir. Tengo tanto miedo, de lo que ellos digan y hagan cuando sepan que llevo una nueva vida en mí, ellos no van a entender que es su nieto, no van a dejar explicarles nada. —Golpeo el volante con la mano. —Es por eso que durante estos días he pensado en una solución.
—Charlotte, debes calmarte y continuar pensando. Tu mirada me da mucho en que pensar, tienes que tranquilizarte por esta cosita de aquí.—Acaricia mi vientre. —Mamá me dijo que hoy puedes ir a hacerte la ecografía para saber que sexo es el bebé, aunque yo no necesito nada de eso, lo que está creciendo en tí es una niña, una pequeña princesa.
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Prometo Quererte Siempre
General FictionCinthya Sarria: Prometo Quererte Siempre Sinopsis: Es la historia de Ashton Scott, un padre soltero que se ha superado para darle lo mejor a su pequeña hija. Se dice por ahí, que no hay amor más perfecto que el de un padre a sus hijos. PQS, nos mos...