|Capítulo 10|

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He logrado obtener un día libre, recién hemos conseguido surtir el pedido que ha dejado una buena ganancia, tras realizar, revisar los balances generales y cerciorarme de que todo ha quedado en perfecto orden, la presión que sentía se va de inmediato, durante unas cuantas semana he estado al borde de la locura, pero por fortuna y con ayuda de todos, lo logramos. Disfruto de un exquisito café colombiano preparado por Rowe, el olor, su sabor y la satisfacción que deja sorbo tras sorbo es inmejorable. Mi móvil suena y al ver que es de la oficina no me queda más remedio que contestar. Aunque al escuchar la voz del remitente me arrepiento de todas las formas posible, Allen está molestando otra vez, le doy vueltas y vueltas hasta que consigo lograr que le de el teléfono a Stella con la excusa de que le daré unas órdenes en favor de lo que él me ha dicho, camino por todo el lugar mientras hablo con ella.

—Por ningún motivo le des acceso, Stella. Tú dile que te has dejado las llaves de repuesto y yo siempre cargo con las mías. Ya mañana resuelvo el asunto con el hombre necio. —Le instruyo sobre lo que debe hacer. Las ideas locas de Alen jamás calzarán con la mías. —Ah, y llama al señor Bell para lo de las reuniones pendientes.

Echo una mirada tonta por la ventana de la cocina que da al jardín, sigo mi andar, reacciono y soy consciente de que Sophie está caminando por orilla de la piscina, pero su la he dejado en su habitación, ¿Qué hace ahí?

Dame un segundo, Stella. —Murmura un está bien, entonces abro la venta para llamar a la niña diciendo—: Sophie, ven acá-. —Mi gesto es impasible, esta niña es muy difícil. Sabe que no puede estar ahí sin permiso y menos sin alguien que la vigile. Por su gesto parece no importarle demasiado mi llamado de atención.

—No. —Responde contundente y se cruza de brazos muy cerca de la piscina. Nunca me ha gustado que esté sola en tal lugar.

Ven aquí, ahora mismo o me voy a enfadar mucho, Sophie Ross. —Empieza a introducir un pié en el agua. Disparando todas mis alarmas.

Con el móvil en la mano es inútil, peor si estoy desde la ventana de la cocina, regañándola.

Te llamo después Stella  —Cuelgo la llamada.

Esta sí no te la paso, Sophie.

— ¿A qué juegas, Sophie? ¡Ven acá ahora mismo! —Me sonríe traviesa. —Ni lo pienses.

Se lanza al agua y salgo corriendo, tirando todas las puertas que se me cruzan en el camino. La adrenalina llena mi cuerpo, siento que por más que corro no alcanzo a llegar. Mi corazón se detiene cuando estoy ahí, viéndola hundirse una y otra vez en el agua.

No nada, se está ahogando. Mi cuerpo no responde, quiero ayudarla, pero mis pies están clavados al piso.

— ¡Sophie! —Grito muy fuerte. Miro a mi alrededor y sigo en la cama. Mierda, fue una pesadilla. La pesadilla más estúpida porque Sophie sabe nadar, parecía tan real, incluso tengo los ojos húmedos.

¿De qué va esta mierda? Miro hacia el reloj de la mesa, son las 7:40, creo que es el día en que más tarde me he despertado. Es domingo y tengo una sorpresa para la pequeña. Si, soy muy bueno con eso. Ahora debo despertar a la bella durmiente, por que no creo que esté despierta. Trato de recuperarme del terrible momento, el corazón me va a mil, abandono la cama y me desplazo por el pasillo. Sonrío cuando me asomo por la puerta, ella duerme tranquila, como un ángel, ella está perfecta. Mi pronóstico es acertado, se encuentra dormida, un momento... ¿O no? Entre cierro los ojos al notar algo. Está moviendo los pies, lo que me lleva a saber que nada más está echando pereza.

—Sophie ¿Por qué no has buscado el desayuno? —Me cruzo de brazos en el umbral de la puerta, tengo muchas ganas de escucharla.

—No quiero levantarme, porque yo aún estoy dormida. —Dice con sorna, me hace reír.

Prometo Quererte SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora