|Capítulo 11|

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— ¡Uau! —Exclama instantes antes de salir corriendo hacia el centro del lugar. — ¡Papá, mira cuantos peces!

Estoy orgulloso de mí, sabía que le encantaría, conozco a mi hija como a la palma de mi mano. ¿Cómo no iba a ser así? ¡Si estamos en el acuario! Ella en verdad ama a los peces, desde muy pequeña le ha llamado la atención los colores, en el edificio de Houston. —Donde vivíamos antes de venir a Seattle— Hay una pecera bastante grande, siempre se quedaba viéndolos. Aunque nunca ha querido tener uno, no porque yo no quiera, es ella quien se niega a encerrarlo, para su edad comprende muy bien el respeto a la naturaleza y la preservación de la misma.

— ¿Qué tal te ha parecido la sorpresa? —Pregunto acercándome poco a poco a ella.

—Lindo, hay muchos peces aquí. —Sonríe y hace un ademán con la mano para señalar.

—Más de los que puedas contar, cariño. —Examina la pecera que tenemos en frente.

—Tienen muchos colores, que bonito. —La ilusión en su mirada es lo que me hace aún más feliz. — ¿Acá se comen a los peces?

—No. —Bajo para quedar en cuclillas. —En este lugar los cuidan muy bien, para que personas como tú o yo podamos apreciarlos, entretenernos y admirar su belleza.

—Ah. —Mueve sus ojos con diversión. —Gracias, papá.

— ¿Por qué, cariño? —pregunto y espero con ansias su respuesta.

—Por ser mi papá, un lindo papá. —Sus brazos me rodean, mi niña, mi princesa, mi todo.

—Aquí el honrado soy yo, señorita. —Dejo un beso en su coronilla. —Acompáñame. Vamos a dar una vuelta por el lugar.

Nos acercamos un poco más hasta poder tocar el vidrio, ella da pequeños toques y mira todo con cautela, sonríe cuando se mueven, sale un pez de color naranja y queda muy cerca.

—Papá, ¿Ese es un pez rizoso? —Podría decir que si, pero no es una opción para mí, a los niños hay que corregirles cuando se equivocan, así aprenden mucho más.

—No, es un pez payaso, ellos tienen líneas negras y blanco. —Elaboro un dibujo imaginario sobre el vidrio.

—Como Nemo y su papá, ¿Verdad? Aquella de allá. —señala a un punto de color azul. —Es como Dory.

—No, para que se parezca a ella, le hace falta un color más. El amarillo.

—Entiendo. Pero aquella si lo es. —Señala con el dedo y a lo lejos se ve uno de color azul con amarillo. —La maestra nos mostró muchos peces en una lectura, los niños no lo conocían. —Hace un mohín como diciendo "que tontos". — ¡Y aquí están todos! ¿La maestra puede traernos a un paseíto?

¿Qué? Me descoloca por un momento, me he petado. Una de las cosas que siempre ha tenido Sophie, es la fácil retención de información, es una rareza total que algo se le olvide. Ella presta mucha atención cuando se trata de alguna explicación que puedas brindarle, y de retroalimentación a sus conocimientos. Con siete años y es muy astuta, por eso, estoy orgulloso de esta pequeña, nunca para de aprender.

—Ellos ya le conocerán después, supongo. En cuanto al paseíto, habrá que proponerlo. —Asiente. - ¿Quieres ir a comer?

—Sí, pero quiero arroz. — ¿Arroz? Uhm, ¿Por qué no me sorprende?

— ¿Qué tipo de arroz? —Es en serio, no tengo ni la menor idea. Puede estarse refiriendo a una comida específica y no así al insumo.

—El que cocinaba Merlinda, tenía pollo y colores. Ah, era delicioso.

Prometo Quererte SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora