Capítulo treinta y cinco.

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Alguna parte del mundo / 5 de Septiembre / 7:39pm  

Querida maestra: 

Creo que es un abuso mandarle tres cartas el mismo día. Espero no se moleste, maestra. Y es que tengo tantas cosas que escribirle. A demás, me gusta hacerle muchas, muchas, muchas cartas. Siento que usted las ama, tanto como las amo yo. Todas son importantes. Y quiero decirle que ya son treinta y cinco cartas mandadas. Sí, las tengo contadas, cada vez que escribo una anoto en una libretita una pequeña raya, y ya son treinta y cinco rayas. 

Bueno, sé que quiere saber el motivo de esta carta. Y sé que está curiosa por saber, también, qué sucedió con eso de que Aiden debía dormir conmigo:

Resulta que después de lavar los platos solo caminé desganada ignorando todo a mi alrededor hacia la habitación escogida. Me lancé encima y miré por la gran ventana del techo. Las estrellas me sonreían contentas, pero yo no quería sonreír. Me quedé un largo rato así, pensando en las cosas y diciéndome a mi misma de que todo estaba bien. Decidí tomar un chocolate en barra del cajón y recostarme nuevamente en mi lugar, hasta que una voz me hizo saltar del susto.

"Ah, ya veo, por eso elegiste esta habitación." Un Aiden Bellerose burlón me observaba desde el marco de la puerta de madera. Tenía los brazos cruzados y su pijama puesto, que consistía en una camiseta blanca y unas bermudas negras. Me sonrojé de inmediato y miré hacia otra parte. Se veía tan lindo, me daban ganas de ahuecar su bello rostro en mis manos y mirarlo por horas. "Eres una glotona." 

Inflé mis cachetes indignada y seguí comiendo mi barra de delicioso chocolate. Lo vi cerrar la puerta despacio. En ese momento pensé: ¿De verdad va a dormir en la misma cama que yo? ¿De verdad voy a tenerlo tan cerca? ¿De verdad lo veré dormir? Lo observé atónita y crucé mis piernas como indio. 

"¿Dormirás acá?" 

"Si, el sillón se ve incomodo." Contestó a mi pregunta. Me emocioné un poco pero luego recordé lo de la tarde y mi humor comenzó a descender. Me dije a mi misma que debía ponerme la pijama, que ya era tarde, así que sin decir nada me levanté de la cama, tomé unas cuantas cosas de la maleta que aun no estaba desempacada porque no había un closet donde poner la ropa, y saqué las prendas de dormir. Abrí la puerta sin mirarlo y caminé hacia el baño roja como un tomate, ya que la mirada de Aiden no había sido sacada en ningún momento. Al llegar cambiada hacia mi habitación él ya estaba acostado bajo las mantas en el rincón, miraba el cielo apoyando la cabeza en sus brazos pálidos.

Dejé la ropa usada doblada y ordenada encima de mi maleta. Apagué la luz y me recosté muy lento, tapándome con las colchas. Suspiré muy nerviosa. Mis manos sudaban sin razón y mi boca estaba seca. Mi corazón no dejaba de latir fuertemente como si estuviera corriendo kilómetros. Debía calmarme. De a poco puse mi testa en la almohada suave. Observé lo mismo que él. 

"¿Por qué a Lucas no le gusta dormir contigo?" Preguntó de pronto. Le di una pequeña mirada y volví a lo mío. Las estrellas brillaban y nos rodeaban. Era maravillosa la vista hacia arriba. 

"Porque a él le da calor cuando duerme y se destapa, pero yo soy friolenta, me da mucho frío siempre, aunque sea verano, y me tapo hasta la cabeza. A él no le gusta eso." 

"Oh." 

"Si..." 

Era gracioso el hecho de estar los dos en una cama. Cada uno en un lado. Quería acercarme pero sabía que no podía. Seguro mientras él observaba las estrellas pensaba en su enamorada. Quizás la comparaba con ellas. Quizás pensaba que ella era mas hermosa que las mismas estrellas que veíamos. Los minutos pasaron a horas, horas mirando el paisaje hermoso que nos ofrecía la noche. Ya eran las doce y media de la noche, y aun no dormíamos. No habíamos dicho ni una palabra. Solo observábamos. 

Un escalofrío me recorrió. Ya estaba comenzando el frío en mi. Lo estaba sintiendo. Las tapas no eran suficientes. Mis pies estaban helados y mi boca castañeteaba. 

"¿Tienes frío?" Aiden estaba confundido, se veía. Solté una pequeña risa. Cuando mi hermana o Lucas dormían a mi lado preguntaban lo mismo. Era raro, estar completamente tapada con frazadas calentitas pero aun así tener frío. Asentí y me di la vuelta dándole la espalda. Estiré la mano hacia la orilla del lecho y me di cuenta de que había un calientacamas allí. Que alivio. Lo encendí inmediatamente y volví a estar frente a frente con las estrellas. 


Esto que le voy a contar ahora es hermoso. Estoy segura de que no lo va a creer, maestra. 

Estando así mismo sentí que un brazo se enredaba en mi cintura y me atraía hacia si. Mi hombro tocaba el torso de Aiden Bellerose. La respiración se me fue. El aire era en vano. Mis ojos fuera de órbita: No podía moverme, estaba como una estatua, incluso mis puños estaban siendo apretados fuertemente.

"¿Qué estas haciendo?" Parecía una tonta. No quería mirarlo, él estaba muy cerca de mi. Sentía su respiración en mi frente. Su calidez estaba contagiándome. Estaba entrando en calor. 

"Voy a abrazarte hasta que dejes de tener frío." 

Quería desmayarme. No, mejor dicho no quería eso. Quería saber si realmente estaba despierta, quería cerciorarme de que esto no era un sueño. El silencio nos cubrió, comencé a relajarme, a respirar correctamente. 

Sentir su toque en mi, sentir su brazo sosteniéndome me hacía perder la cabeza. La valentía estaba entrando de a poco y decidí acercarme más. Me di la vuelta y quedé frente a frente con su pecho. Lo rodeé con mi brazo derecho y así me quedé. Él se notaba sorprendido, porque se había puesto igual de rígido que yo cuando lo sentí a él. Lo olfateé un poco. Su perfume era tan exquisito. Una mezcla de Aiden y esa colonia que tanto me gustaba. Todo de él me gustaba. 

Estábamos abrazados. Me estaba quedando dormida pero no quería realmente hacer eso. Estaba asimilando todo eso tan despacio. No creía que fuera real. 

"Aiden, eres muy cálido." Susurré cerrando los ojos. No pude verlo pero percibía que estaba sonriendo. Me acurruqué más junto a él y pegué mi oído en su corazón. Latía muy rápido. ¿Qué significaba? La melodía de Debussy cruzó mi mente. Quería tararearla para él. Quería aquietar su alma. Mi voz salía sola, sin yo predecirla. Se la estaba tarareando, le estaba dando a saber que sabía su secreto. 

"Claro de Luna." Murmuró. Yo no dejaba de sacar mi voz. Sabía que estaba haciendo que él la recordara a ella, pero no me importaba. Quería hacerle recordar el cielo, el atardecer y el piano. Como ella lo hacía. "Haru..." 

Sentí que me tomaba de los hombros y me llevaba hacia su rostro. Me calló de un beso. Su boca apagó el sonido de mi voz y no me importaba en lo absoluto. Sus labios estaban pegados a los míos. Pensé que iba explotar en éxtasis. Que no había nada mas bello y milagrosamente maravilloso que el saber que estaba siendo besada por el amor de mi vida. Mi boca se entreabrió y el capturó mi labio inferior. Quería gritar de amor. Mis ojos se mantenían cerrados porque pensaba que si los abría sería todo un sueño creado por mi cruel imaginación. 

Se alejó de repente muy rápido, su cuerpo no me tocaba, no sentía su calor. Yo no abría los ojos. Hasta que me digne hacerlo. El rostro de Aiden Bellerose estaba aterrorizado. Como si hubiera cometido algo completamente indebido. Tapé mi boca con timidez absoluta, mi rostro no podía arder mas, me destapé y corrí hacia el baño, encerrándome ahí con la luz apagada. 

Le escribiré otra carta en unos minutos, le juro que será la ultima del día, se lo juro, maestra. Ésta se está haciendo muy larga.

Con cariño, Haru. 





TIMIDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora