Capítulo cuarenta y cinco.

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Alguna parte del mundo / 12 de Septiembre / 10:22am


Querida maestra:

He llegado a mi querida casa, junto a mi otōsan. Significa papá, maestra. Éste nos esperaba con una sonrisa en el rostro frente a la puerta, leía su diario matutino sentado en la silla mecedora junto a su ya conocida mejor amiga, Hana-sama. Ella es una mujer bastante alegre y divertida que visita a mi padre todos los años casi a mitad del mes de septiembre para darle regalos y cuidarlo, para hablar de su niñez y tomar té verde juntos. Ellos se me hacen demasiado parecidos a mi amistad con Lucas. Ya la consideramos parte de la familia.

"¡Masaka! ¿Qué le has hecho a tu cabello? ¿Estás loca, niña?" Hana-sama se acercó a mí con desagrado y tocó mi cabello.

"Hana-sama, déjela tranquila, se le ve bonito." Mi hermana le dijo, mientras le daba un tibio abrazo. Ellas dos eran muy cercanas. siempre le decía a Kaedé que no estudiara tanto, que la cabeza le iba a explotar de tantas cosillas que guardaba allí, que el coco le iba a estallar en unos años más. Y bueno, a mi me decía que estudiara mucho porque mis calificaciones eran bajas.

"¿Y estos muchachos tan lindos? Vaya, cómo han crecido desde la última vez que los vi." Hana-sama tuvo que elevar la vista hacia arriba para ver a mis dos amigos masculinos. Me dio mucha gracia y no evité reírme desde la puerta de entrada.

"¡J'y crois pas! Hana-sama, se ha enpequeñesido mucho." Lucas se rió de ella mientras la abrazaba y la elevaba por los aires. Ver la gran sonrisa de la amiga de mi padre me hizo muy feliz. Por supuesto los muchachos también usaban los honoríficos japoneses con mi familia, habían aprendido desde muy pequeños cómo usarlos correctamente.

"¿Y tú? ¿No vas a saludar a tu Hana-sama?" La mujer le estiró los brazos a Aiden Bellerose, quien frunció el ceño y miró el cielo un tanto asqueado.

"No, yo no soy de esos. No doy abrazos." El muchacho de cabello negro caminó a paso lento para entrar a mi casa pero Hana-sama lo detuvo del brazo.

"Dame un abrazo si no quieres morirte de hambre, traje sopa de miso y tonkatsu, si no me lo das ahora mismo estarás mirando en una esquina, por ser una roca sin sentimientos." Dijo con voz amenazante la compañera de mi padre. Aiden la miró con horror y creo que lo pensó por unos largos segundos, hasta que correspondió a los brazos de Hana-sama. "Tonto francés, que no quiere darle afecto a su vieja amiga."

"Ya, está bien, Hana, deja que los chicos se vayan a comer algo, deben estar muertos de hambre y cansancio. Hay sopa en la encimera, coman y luego duerman." Mi padre tomó por los hombros a su amiga hasta sentarla en la silla mecedora junto a él. Creo que su amistad siempre fue eterna y se volvió mas fuerte desde que mi okāsan se fue a los cielos. Hana-sama fue un gran apoyo para nuestro padre, y eso fue lo que la hizo tan cercana a nosotros, y por supuesto, el que traiga siempre cositas de buen sabor a nuestra mesa nos hace quererla aun mas.


Con cariño, Haru.


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