Capítulo treinta y seis.

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Alguna parte del mundo / 5 de Septiembre / 7:45pm    

Querida maestra: 

Me quedé en el baño un largo momento. Prendí la luz. No sabía qué hacer. Volver o quedarme sonrojada por siempre ahí. Caminaba de un lado a otro, me veía en el espejo, observaba mis mejillas rojas como tomate y volvía a caminar, luego me detenía y me miraba en el espejo nuevamente para comprobar si el color seguía. 

"¿Qué voy a hacer?" Tomé mi frente nerviosa. Tenía que hacer algo. Tenía que moverme. Hablar con él quizás. Pedirle disculpas porque fue mi culpa lo del beso, si me hubiera separado luego de que él me abrazara no hubiera sucedido. Pero amaba el haberlo hecho. Fue él, maestra. Él me besó. Él me tomó por los hombros hasta que yo estuve frente a frente con su rostro. Él capturó mis labios. 

Decidí enfrentarme a su postura. Decidí salir. Abrí la puerta de un sopetón, planeaba caminar hacia la cama y decirle cuando lo amaba, pero terminé chocando con un fuerte torso de chico. Vi todo en cámara lenta, Aiden tomó mi mano firmemente y me llevó casi a rastras por las escaleras, bajamos tan rápido que yo ni cuenta me di cuando estábamos en el primer piso. Pasamos la puerta de entrada y salimos al exterior. El viento de la noche me abrazó completamente, pero Aiden no se detuvo. Siguió corriendo conmigo detrás. Sentía el pasto y las ramas bajo mis pies desnudos, Aiden al parecer sentía lo mismo que yo ya que sus pies también estaban descalzos. 

Los arboles pasaban rápido por nuestro lado. No sabía a donde íbamos, pero estábamos cruzando el gran bosque que a esas horas estaba oscuro. El viento creaba un sonido espectacular. 

Nuestras manos seguían unidas y yo comencé a reír de la felicidad. Estaba viviendo ese hermoso momento con el amor de mi vida. Con Aiden Bellerose. A pesar de sentir algunos pinchazos en los pies no podía dejar de sonreír. Al observar a Aiden me di cuenta de que al igual que yo, él sonreía muy grande, me miraba y luego se concentraba en el camino, admirando los árboles, recordando, quizás. No sabía a donde íbamos, maestra, pero no me importaba. Si estaba con él no me importaba nada. Era el momento mas feliz de mi vida, se lo aseguro con todo mi corazón. 

De pronto nos detuvimos frente a un gran río que empezaba de una cascada inmensa y rocosa. Respirábamos fuerte, tratando de recuperarnos. Sus manos no dejaban las mías, hasta creí sentir una caricia de su parte. Lamentablemente no estaba tan concentrada en ese momento ya que no dejaba de ver el paisaje que contrastaba con el rostro de mi querido Aiden, pero ahora me acuerdo y estoy muy feliz.

Se oía el sonido del bosque, el agua corriendo a cantaros sobre las rocas, el cielo a nuestro alrededor que nos iluminaba con sus hermosas luces, el sonido de las hojas al ser llevadas por el viento, y la respiración de Aiden Bellerose. Todo eso era música para mis oídos. De pronto, el muchacho frente a mi se dio la vuelta para verme de frente. Estaba tan cerca de mi que debía subir mi cabeza para verlo. Mis mejillas inmediatamente tomaron color y pude observar que las de él estaban igual o peor que las mías. Mordía su labio tímido y medio sonriente. 

Yo no tenía idea de qué estaba pasando. ¿Ese era Aiden? Era otra persona. Se veía diferente. Su cabello negro estaba desparramado y un tanto húmedo, quizás por las gotas de rocío que cayeron de los arboles mientras corríamos. Su rostro estaba aún mas pálido de lo normal. Sus ojos tenían un brillo especial que jamás había visto en todo el tiempo que lo conozco. Y su boca, su boca no dejaba de llevar una sonrisa. Él era otro. Uno feliz. Uno que sonreía de verdad. 

"No quería besarte en la cama..." Empezó diciendo. Por supuesto que mi ánimo cayó, no me esperaba aquello ni en sueños. "Pero tú me obligaste. Comenzaste a tararear esa melodía que tanto me recuerda a ti, y... tenía que besarte. Debía tener un recuerdo profundo de ese momento, y no encontré nada mas que hacer... debía besarte." 

Mi boca se abrió ligeramente tras escuchar las palabras que decía él. No dejaba de mirarlo impactada. ¿Esa melodía que le recordaba a mi? ¿Claro de Luna? ¿Yo lo obligué? ¿Recuerdo? ¿Momento? ¿Beso? ¿Nada mas que hacer? No dejaba de preguntarme aquellas cosas que iban y venían por mi mente. Frío. Seco. Congelado. Escudo. Corazón de hielo. Mirada desinteresada. Esas palabras ya no existían en mi vocabulario con respecto a Aiden Bellerose. Ya no veía aquella persona tan indiferente y apático, veía un ángel. Un ángel que de pronto me tomó por las mejillas, me miró a los ojos e hizo que todo fuera en cámara lenta, se acercó despacio hasta mi rostro y besó mi labios, cerrando los ojos al sentirlos contra los suyos. 

Maestra. Tengo ganas de llorar. Pero la tristeza ya no está en mi corazón. Quiero llorar de amor. Quiero llorar de gozo y de felicidad máxima. Él me besaba como si el mundo dependiera de aquello. Me besaba con tanta dulzura y timidez, me besaba con toda su alma. Me transmitió miles de sentimientos que yo jamás había sentido por nada ni por nadie. Me transmitió arte. Por un momento pensé que era igual de hermosa que él. Que él me estaba haciendo hermosa con tan solo rozar sus labios con los míos. Que él transmitía el arte mediante un beso. 

Mis manos no sabían qué hacer. Tenía miedo de tocarlo, o de tomarlo por la cara para acercarlo mas a mi. O quizás tocar su cabello de algodón. No tenía idea de cómo actuar frente a él, yo solo le seguía. Cuando él se despegó... lo hizo de tal forma que me dejó maravillada. No sentía mis labios. No quería abrir los ojos. No quería enfrentarlo. 

"Mírame." Murmuró. No podía creer que ese era el Aiden que le mostraba a todos. No podía creer que estaba con ese muchacho tan... tosco. Tan callado. Y ahora, estando conmigo, hablaba tanto. Lo observé solo para cerciorarme de que todo estaba bien. De que no había arrepentimiento en su mirada. "Quería que nuestro primer beso fuera especial. No quería que fuera en una cama, lo siento." Su cabeza decayó un tanto avergonzado. No podía hablar. No sabía qué decir concretamente. ¿Qué se suponía que debía decir, maestra? 

Mi mente estaba a punto de explotar. Estaba viviendo el momento mas feliz de mi vida y de mi boca no salían palabras, estaba siendo traicionada por ella. Había deseado esto por tanto tiempo, tanto amor contenido... tanto amor guardado, que ya podía ser libre. 

Su mirada se fue hacia otra parte. Frunció el ceño y se alejó un momento. Se tomó la cabeza entrando en frustración. Lo miré extrañada, ¿Qué sucedía?

"Lo siento... yo... fui muy rápido. Fui demasiado rápido." Estaba comenzando a alejarse cada vez mas y yo lo que mas temía era que se alejara de mi lado. En ese momento mas que nunca quería tenerlo cerca de mi. 

"¡No!" Grité desesperada, no dejé que dijera ni una palabra y solo lo abracé, enredando mis brazos en su cintura y pegando mi cabeza en su pecho. "¡Fuiste muy lento! ¡Muy lento, Aiden!" Comencé a llorar. Las lágrimas salían por si solas, y es que nos habíamos demorado tanto en saber el amor del uno al otro. Tanto. Tanto. ¿Desde cuando me amaba? ¿Por qué no lo dijo? ¿Se daba cuenta de mis miradas? ¿Estaba completamente enamorado? ¿Me amaba con todo su corazón? ¿Qué haríamos luego de todo esto? "Te amo." Murmuré sin pensar. Fue como si un peso se fuera de mis hombros. Lo dije tan libre que éste se fue lejos. Ya no estaba en mi boca. Ya no era retenido. Ahora esa frase estaba dentro del corazón de Aiden Bellerose. 

Sentí que sus brazos se enredaron en mi espalda, cuidándome de todo. Cubriéndome. Sintiéndome. Transmitiéndome. Amándome. 

Y por primera vez en mi vida, maestra... pude respirar tranquila. Pude cerrar mis ojos en paz absoluta. Pude quedarme dormida tan cálida entre los brazos del amor de mi vida. 

Con cariño, Haru. 



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