Capítulo veintitrés.

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Alguna parte del mundo / 20 de Agosto / 11:34pm


Querida maestra: 

Ayer, después de que yo dijera aquella cosa que me dolió tanto, tanto, Aiden susurró un "Creo que es mejor que te vayas a casa, Camille, conmigo no encontraras el amor que tanto quieres, je suis desolé."

Ella rompió a llorar como una bebé, esperó unos segundos antes de salir corriendo hacia quien sabe donde. Observé por donde se había ido con una sorpresa y tristeza que jamás había sentido. Por una parte había escuchado tantas veces repetir las mismas palabras a Aiden, ese "Conmigo no encontrarás ese amor que tanto quieres" tan frío que siempre decía. ¿Cómo sería tener el amor de Aiden Bellerose? La tristeza era porque una pequeña parte de mi se veía reflejada en Camille, en esa situación, siendo rechazada por el amor que crees correcto para ti...

Lucas suspiró profundo y me tomó por los hombros, me sonrió y negó con aquella sonrisa linda en su boca. Miramos el atardecer sentados en el pasto comiendo algunos caramelos que Lu había traído del país que había visitado. El chocolate que probé era exquisito. Tenía un diseño que acá no hacían, realmente era bonito. No tanto como el rostro de Aiden, pero de igual forma bonito. No dejé de pensar en Camille ni un segundo, por supuesto, tuve que alejar los pensamientos para concentrarme al cien en Lucas LeBlanc. 

Ahora, contándole lo de hoy... No es que este día sea bueno, ni el mas feliz de mi vida, pero quiero confesar que después de dejar a la muchacha de cabellos largos en el aeropuerto y que ella antes de irse me pidiera sus sinceras disculpas porque según ella sabía de mis sentimientos por Aiden y aun así dijo todas esas cosas delante de mí recibiendo mi apoyo doloroso, junto con un "Cuídame el puesto en la escuela", la verdad... Me sentí aliviada. Creo que mis hombros se aflojaron y hasta tuve una sonrisa por el resto de la tarde y noche. 

Aiden no me dirigió la palabra hasta hoy, después de que la muchacha se fuera, cuando me dijo que me tenía chocolates y que los sacara de su bolsillo. Estaba tan calentito que no evité preguntarle si podía dejar mis frías manos allí. Él, con sus mejillas coloradas, asintió sin decir nada. Lucas me abrazó por los hombros y los tres caminamos fuera del aeropuerto. 



Con cariño, Haru. 


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