Capítulo 30: El poder de los celos

35 7 1
                                    


<Oh mierda> pienso al ver el mensaje y ahora entiendo todo, dejo el móvil encima de la mesa y salgo en busca de David, veo sus ropas tiradas en el suelo al lado de la orilla del embarcadero y a lo lejos a él nadando y flotando en medio del lago.

-¡David ven!- le grito, pero él no hace caso.

Me voy caminando más hacia el lado derecho por el embarcadero para acercarme más a él:

-David, sal del agua por favor, tenemos que hablar, no es nada de lo que tú te piensas-

-No aquí estoy muy a gusto, gracias-

Suspiro ante su necedad e insisto de nuevo:

-¡No se porque te pones así!- le grito moviendo mis brazos.

Me mira entonces muy serio y se va nadando hacia la orilla, alejándose otra vez de mi, entonces le sigo yo de nuevo por el embarcadero:

-Enserio, no me puedo creer que te enfades de esa manera por un mensaje ¿que pasa, es que no confías en mí?- le digo igual de disgustada que él.

-¿Se puede saber que es "eso" que tenéis que hacer al parecer tan urgente?- dice molesto saliendo del agua.

Se va a agachar a coger su ropa, pero yo soy más rápida y se la quito.

-Dame la ropa Eli- me dice en tono autoritario.

-No-le respondo por igual.

-Eli, que me des la ropa-

-Que no, hasta que no me escuches y solucionemos esto-

-Bueno, como quieras- me dice entonces sin expresión, encogiéndose de hombros y pasando de mi, entrando a la casa.

-¿No confías entonces en mi, verdad? ¿qué hablamos la última vez? que teníamos que confiar más el uno en el otro, tú mismo me lo dijiste- le acuso mientras le sigo escaleras arriba.

-Todavía no has respondido tú a mi pregunta- me dice de espaldas entrando a la habitación.

Suelto un gruñido y le contesto:

-Eso que tenemos que hacer, es un trabajo que nos han mandado en clase de francés y no he podido hacer nada, para hacerlo con otro compañero-

-¿O enserio no has podido hacer nada para que te cambien de compañero?- me dice sarcásticamente dándose la vuelta enfrentándome.

-Que te den David- y le empujo- yo no tengo porque darte explicaciones y si no me crees y no confías en mi, esto se ha acabado, no pienso aguantar esto, ni una más- le digo, dando media vuelta para marcharme de la habitación, pero él me detiene del brazo y me hace girar.

-Espera- me dice, se me queda mirando fijamente y yo me suelto de su agarre.

-No digas tonterías, esto no se acaba al menos que yo lo diga-

Ahora si que no salgo de mi asombro por lo que ha dicho, pero recupero la compostura lo antes posible:

-¡Ja! lo que me faltaba ¡eso no te lo crees ni tú!-

-¡No me tientes Elizabeth!- me dice en modo amenazador acercándose más a mi y yo a la vez le rehusó caminando hacia atrás.

-¡No me tientes tú! no te jode, lo que me faltaba por oír; eres ¡un capullo!- le grito y le pego en el brazo.

-¡Y tu una niñata!-

-¡Y tu un idiota!-le empujo.

-¡Y tu...una...una...!- dice mirando a los lados sin saber bien qué decir.

No siempre fue AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora