Capítulo 5

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—¡Por Dios!. — Refunfuñe —¿no tienes a nadie más a quien ir a molestar?. —dije tomando mis cosas dispuesta a irme lo más pronto posible del lugar y es que estar cerca de Rodolfo hacia que el ambiente se tensará.

—Huyes, porque sabes que puedes caer conmigo. — Me dio una sonrisa retorcida recargándose en uno de los locker con los brazos cruzados —Vamos Lyana, las gringas tienen fama de acostarse con medio mundo sin ningún problema. —

—Mira idiota. — le dije molesta por su comentario tan estúpido — creo que has visto mucha televisión, yo no soy de las que me acuesto con cualquier basura, así que déjame en paz. — y camine hacia la salida queriendo salir de ahí inmediatamente, pero él me tomó del brazo fuertemente.

—Me dijiste basura, ¿acaso?. — su agarre se hacía cada vez más fuerte

—Si te queda el saco póntelo, y suéltame que me lastimas. — le dije sin dejar de mirarlo a los ojos, no le iba a mostrar miedo.

—ja,ja,ja vaya que eres valiente. — me miro de arriba abajo con lascivia, de esas miradas que te desnudan con la mirada.

—Eres un maldito pervertido, no sé cómo permitieron que estés en el programa, pero escúchame muy bien. — le dije molesta soltándome de su agarre — si me vuelves a hablar de cosas que no sean estrictamente del trabajo o me vuelves a mirar de esa manera, te voy a reportar por acoso, ¿me escuchaste?. — salí furiosa del lugar, lo que me faltaba un maldito pervertido.

Ese primer día de trabajo había estado cargado de muchas emociones, primero el poder trabajar con la doctora Landeros me emocionaba mucho, había investigado un poco sobre ella con las enfermeras y otros residentes y me habían dicho que era una de los jefes de residentes más estrictos, pero una de las mejores, eso me agradaba, siempre me había gustado estar rodeada así, apasionada con lo que hacía y que pudiera enseñarme hacer mejor doctora, sin duda la doctora Landeros iba ser una buena maestra.

Al salir del hospital el sol molestaba mis ojos, eso de salir desvelada a un sol intenso no era bueno. Aunque estaba un poco cansada, esa primera guardia en el hospital había estado cargada de emociones encontradas, primero la emoción de estar cumpliendo mi sueño en uno de los mejores hospitales de Latinoamérica, de la mano de una excelente doctora.

Pero como decía mi abuelo, nunca falta un prietito en el arroz, ja,ja,ja él y sus frases raras, pero ciertas, Rodolfo me había molestado bastante, su actitud narcisista y pedante me molestaban, espero por el bien de ambos que no insista.

En Lake Charles siempre que podía salía a correr, era una forma de sacar mi stress, necesitaba encontrar un lugar seguro donde hacerlo, ya que por lo que había visto en esta ciudad no se podía simplemente salir a correr por la calle como lo hacía en mi pueblo, aquí eso era peligroso, seguí caminando viendo la gente caminar rápidamente hacia sus trabajos, y de repente lo vi, mi sonrisa apareció al ver un hermoso parque muy cerca de mi casa, ¡Eureka! Lo encontré, sus hermosos arboles daban una hermosa sobra en la mayoría del parque, y una que otra ardilla salía a saludarme.

Vi a la gente correr por el lugar y otros apresurados a trabajar quizás, en esta ciudad había una diversidad de personas, fácilmente podía pasar desapercibida.

De repente un olor tan agradable inundo mis fosas nasales, mi estómago reclamaba por comida y me pare afuera de una pequeña fonda.

—Pásele güerita, pásele. —me dijo un joven moreno de no más de 20 años con su típico acento de los capitalinos, yo sonreí y obedecí al joven que me guio a una mesa —¿Qué le damos güerita?. —me dijo sonriente

—mmmm no soy de aquí, acabo de llegar y no tengo idea que pueda comer. —le dije sonriendo un poco tímida.

—Ha, es usted gringa. —sonrió el joven y yo le correspondí

Obsesión PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora