CAPITULO 41

884 64 2
                                    

Después de esa platica con Damián yo me retire porque la hora de visitas había terminado y necesitaba ver a Lía además teníamos que ir a la funeraria, sin duda esa sería una noche muy difícil, muy difícil, el doctor había prometido dar de alta a Damián a la mañana siguiente así que prometí ir por él para ir al sepelio de mis padres.

Cuando llegamos a la casa me quede viéndola con nostalgia, hacia tanto tiempo que no había vuelto a ese lugar, a mi casa en donde había vivido tantas cosas maravillosas con las personas que más amaba en este mundo, mi familia que dos de esas personas ya no estaban en este mundo, eso me destrozaba por dentro, ¿Cómo podría sobrevivir con eso, como poder vivir sin los consejos de mamá y la preocupación de mi papá? Eso sería tan difícil, ellos eran mi roca, mi estabilidad y me sentía tambalear en ese momento, ¿Cómo sacare adelante a Lía?, eso me tenía demasiado angustiada.

—¿Estas bien?. — dijo Mark abrazándome ya que me había quedado parada en la puerta sin entrar a la casa.

—No —dije apenas como un susurro, Taylor y Becky se llevaron a Lía al interior de la casa y Mark me abrazo tiernamente y yo empecé a llorar, habían pasado tantas cosas, que sentía que iba a explotar sino lo sacaba.

Mark me llevo a sentar a una banca mecedora que había en nuestra entrada, donde había pasado tantas horas platicando con mis padres, donde le había contado a mi madre de mi primer beso y mi primer novio, donde había llorado por el engaño de Patrick y mi padre me consoló jurando partirle la cara por engañar a su princesa.

—Es que es demasiado Mark, no creo poder con todo esto —dije tomándome la cabeza con mis manos

—Ven acá mi amor. — Mark me jalo hacia él permitiendo que llorara en su pecho como si fuera una niña, no decía nada solo acariciaba mi espalda consolándome, después de no sé cuánto tiempo empecé a tranquilizarme.

—¿ya te sientes mejor?. — me miro y sonrió y yo asentí, me dio un pañuelo para que limpiara el desastre que tenía en mi rostro.

—Si mejor gracias, Mark eres un amor como siempre. — le di un beso en su mejilla y el sonrió ante ese acto.

Ese día tratamos de dormir, pero era difícil, no estar con mis padres y no darles un funeral como ellos se lo merecían me quitaba el sueño, pero por recomendaciones de Alex teníamos que volver a México lo antes posible con Lía, aunque lo que le paso a Damián retrasaba nuestra ida del país, nos despertamos muy temprano ya que teníamos que ir a la funeraria y por lo menos poder despedirnos de nuestros padres, no quería que Lía los viera así, por lo que opte porque ella estuviera alejada de los ataúdes, no sé qué hubiera hecho sin mis amigos que me ayudaron con mi hermana, Alex y Mark habían ido por Damián que venía dolido pero ya un poco mejor, el doctor le había recomendado mucho reposo así que se sentó a mi lado sin decir nada, solo me volteo a ver y me dio una leve sonrisa a la que correspondí y recargue mi cabeza en su hombro el paso su brazo no lastimado por mi espalda y dejo que estuviera así por un largo rato, solo quería sentirme bien, sentir que Damián era mi fuerza en este momento tan difícil, no quería pelear más con él, ya no tenía las fuerzas para hacerlo.

—Lyana — llego Lía de repente hacia donde estaba con Damián y me incorpore inmediatamente

—Si ¿mi amor que pasa?. — le dije preocupada ya que la vi llorosa.

—¿Podemos ir a despedirnos de mis papás?—me dijo con la voz quebrada y voltee a ver a Damián que me asintió con la cabeza.

—Amor, no quisiera que los recordaras así. — le dije tratando de contener el llanto.

—Es que no me despedí de ellos y ya no los veré jamás Lyana — sus lágrimas empezaron a correr por sus mejillas haciendo que yo no pudiera contenerme más.

—Está bien mi amor, vamos. — le dije tomándola de la mano y dirigirnos hacia los ataúdes color madera delante de nosotros cuando llegamos ella se quedó mirando fijamente los ataúdes y Mark acerco una silla para que pudiera ver a su mamá y ella se quedó viéndola parecía como si estuviera dormida.

—mamita. —Dijo tocando el hermoso rostro de mi madre —Te amo mucho, perdóname ¿sí?, perdóname por no obedecerte, quiero que me abraces que me digas que me amas. — lloro abrazada a mi madre y yo lloraba con ella.

—Ella está en un lugar mejor. — le dije en el oído a mi hermana y volteo a verme.

—Ella está aquí, Lyana ¿Qué no la ves?. — me dijo llorando.

—No, eso es solo su cuerpo, ella esta con Dios, con la abuela Anne y el abuelo Thomas. — dije sonriendo limpiando mis lágrimas y las de mi hermana.

—¿Ella me escucha?. — miro el cuerpo de mi madre.

—Si mi amor, ella te escucha y no solo ahora sino siempre, ella y mi papá estarán contigo y conmigo para siempre. — le dije y ella se abrazó a mi fuertemente empezando a llorar más fuerte aun.

—No quiero que estén con Dios, quiero que estén conmigo Lyana, yo los necesito y mucho, ¿quién me va cuidar ahora? —

—Yo lo hare, siempre te cuidare y no dejare que nada malo te pase. —decía sin dejar de abrazarla.

—Mamita te amo, no te tienes que preocupar por nada, te prometo que cuidare de Lía siempre y que será una niña de bien. — le sonreí a mi madre como si pudiera verme.

—Quiero ver a mi papi. — dijo separándose de mí y se bajó de la silla y la lleve al ataúd donde estaba el cuerpo de mi papá que al igual que mi madre parecía dormido con una pequeña cicatriz en la frente.

—Papito te amo, te extrañare mucho, aguacatito y yo lo hacemos. —volteo a verme y yo asentí limpiando mis lagrimas

—Si papito te extrañaremos mucho, y te prometo que todo estará bien, que nos cuidaremos y que siempre protegeré a Lía, lo haré con mi con vida si es necesario. — dije ya sin poder dejar de llorar.

Lía una vez más se abrazó a mí fuertemente como podía con su brazo enyesado y yo trataba de que ella estuviera tranquila pero sin duda era algo difícil de lograr.

Pasado de medio día empezaron a prepararse para ir a la panteón, sabía que era algo inusual pero debíamos hacerlo así antes que mi tía constase reaccionara y levantara la denuncia por la custodia de mi hermana.

Mi tía había ido un rato a la funeraria pero inmediatamente se había ido, ni siquiera se acercó a nosotros o a Lía para saber cómo estaba.

Después del sepelio que fue bastante difícil para mi hermana y para mí, nos fuimos a casa ya que debíamos preparar la maleta de mi hermana, ni siquiera habíamos desempacado nuestras maletas.

—Lyana, que va pasar con mis gatitos, me los quiero llevar. —decía Lía juntando a sus dos gatos y metiéndolos en sus jaulas de viaje.

—Mi amor, ya tenemos a Pablo, Tom y Matt no pueden ir. — le dije sentándome con ella.

—No Lyana, no puedo dejarlos. — Me dijo empezando a llorar — tu sabes que son mis hijos. —decía angustiada mi hermana

—Amor, déjala que se los lleve no hay problema. — se acercó Damián a nosotras y por primera vez Lía le sonrió

—Está bien, vamos a llevarlos. — suspire y Damián le cerro un ojo a Lía.

Estábamos bajando las maletas de Lía junto con las jaulas de los gatos cuando el timbre sonó, todos nos quedamos mirando nerviosos.

—¿Qué pasa Lyana?. — me pregunto Lía sin entender que pasaba.

Gracias a los nuevos lectores, y a los que siempre han estado desde el principio leyendo mi historia, espero seguir contando con sus comentarios y votos ya que eso es muy importante para saber que les gusta de la historia.

Obsesión PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora