Campamento Solar para Jóvenes Semidioses. Así era como decidieron que se llamaría el nuevo campamento. Todo había sido idea de Rodrigo. Le hubiera encantado ver esto. No más semidioses en peligro mortal, ni abandonados, ni dejados a su suerte.
Ahora todos tenían un lugar donde vivir. Donde ser felices. Donde estar a salvo. Dónde ser parte de una familia.
La diosa Coyolxauhqui fue detenida. Encerrada en una prisión por su propio hermano, el rey de los dioses, Huitzilopochtli. Ya no crearía más caos. Ya no serviría a las fuerzas del mal. Ella estaría encerrado por varios siglos.
Ahora todo era más tranquilo. Estos últimos meses habían sido buenos. El campamento tenía muchos semidioses, no sólo de México, sino también de otras partes del mundo. Como Alessa y Alessio, hijos gemelos de Atlavâ, viene desde Italia; o Renzo, hijo de Cuaxólotl, él es japonés; o Ana, hija de Uxumuco, ella sólo viene sólo los veranos, desde España.
Se han construido varias pirámides más, para poder tener un lugar donde vivieran los semidioses hijos de todos los dioses. Al menos de los dioses que sí tuvieran hijos.
Incluso nos visitaban de vez en cuando. Había días en que los dioses y diosas pasaban las tardes con sus hijos, haciendo prácticas de arquería, de esgrima o de danza. O solamente pasando el rato. Incluso participaban en los Juegos de Pelota y en las Guerras Floridas.
Tenemos un lugar para cada cosa. El comedor, la cocina, la zona de las pirámides, un lugar dónde entrenar las habilidades de cada semidiós, e incluso un lago artificial, que representa el lago de la antigua capital: México Tenochtitlán, con el islote, el nopal, águila y serpiente.
Los dioses habían prometido reconocer a todos sus hijos y mandarlos al Campamento, o darles una forma rápida de llegar a salvo. Como a Karina: su madre, Xantico, le dio dio una estatua de ella. Así podría abrir un portal, desde su casa en Texas, hasta el Campamento. Se ahorraría todos los problemas que trae el atravesar una frontera y medio país para llegar. O este chico Víctor, cuyo padre lo trajo directamente de España.
Los sacerdotes de los dioses se convirtieron en consejeros para los semidioses. Hasta Jonas. Él ya era oficialmente sacerdote de Quetzalcóatl. Y Cristina, sacerdotisa de Huehuetéotl, había recibido el don del fuego.
Pero no todo era color rosa.
Yo regresé a Londres, después de escapar sin decirle a nadie. Mi madre estaba preocupada, así que le conté lo que pasó. Todo. Se enojó conmigo, y me castigó por atreverme a cruzar el Atlántico sin haberle dicho nada. Pero se alegraba que estuviera bien, que mi padre me hubiera reconocido, y que al fin hubiera un lugar para estar a salvo.
Tepeyóllotl, mi padre, el señor de las montañas y ecos, patrono de lo jaguares, colocó un marco de roca de montaña en la puerta de mi habitación, que se activa para poder entrar a la Dimensión Azteca y llegar al Campamento.
Payne había desaparecido. En cuanto volvimos de nuestra misión, tras la batalla de la Calzada, se esfumó. Desde entonces nadie ha sabido donde está. Ni siquiera el rey de los dioses lo sabe.
Cada quien afronta su dolor. Él se escondió en un lugar donde nadie puede encontrarlo.
Yo, en cambio, me he alejado de todo. No he hablado con nadie del Campamento. Rechazando sus llamadas, mensajes, cartas. Todo. Eso sólo me recuerda a él. Todo me recuerda a él. Es demasiado doloroso.
No se ha de sentir como cuando él perdió a su madre, pero puedo darme una idea. Han pasado meses, pero no lo he podido superar. Y menos con las constantes pesadillas que tengo sobre aquel fatídico día.
Mi nombre es Michelle Walker. Y mi vida dejó de tener sentido el día en que Rodrigo murió...
ESTÁS LEYENDO
La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
AdventureTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...