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Me quedé congelada donde estaba, sin estar segura de haber escuchado bien. ¿Víctor acababa de decir que iría conmigo? Digo, hace no más de diez minutos que estaba disculpándome, mientras él me estaba ignorando y parecía estar demasiado furioso. ¿Y ahora accedía a ir, así porque sí?
—¿Estás... Estás seguro, Víctor? —Quería asegurarme de estar oyendo bien.
—Por supuesto —me revisé los oídos, para asegurarme de que no se me hubiera metido algo que distorsionara lo que escuchaba.
—Me refiero a ¿sabes a lo que nos enfrentaremos?
—Soy un hijo del inframundo, claro que lo sé. Ahora regresemos a la Ciudadela. Creo que nos quedan sólo unos minutos para que termine el tiempo del juego. Escuché que el equipo dorado iba a la delantera.
Asentí confundida, y comencé a seguirlo.
El resto del camino pasó en silencio. Yo seguía intentando descubrir por qué Víctor había decido ir conmigo. Quizá Víctor me había perdonado por abandonarle hace tantos meses, pero no estaba segura. O tal vez porque quería ir de aventura. Por ahí escuché que no muchos semidioses salían en misiones, por lo peligroso que era.
Trataba mantenerle el paso a Víctor. No es que él diera pasos muy largos, sino que yo iba distraída, y me retrasaba a cada rato. En una de esas, resbalé con un charco de lodo. Víctor volteó a ver y, en lugar de ayudarme, soltó una pequeña risa. Me levanté de ahí intentando encontrar mi dignidad entre el lodo.
Cuando por fin llegamos de vuelta a la Calzada, escuchamos tambores. Tocaban al son de la guerra.
—El tiempo se acaba —dijo Víctor, y empezó a correr hacia la Ciudadela. Lo imité, y en cuestión de segundos estábamos con el resto del equipo negro.
Habían varias decenas de semidioses amordazados y distribuidos en todo el terreno de la Ciudadela. No estaba segura de cuántos eran, pero eran bastantes. Incluso vi algunas armaduras doradas. Sonreí para mis adentros, algunos integrantes de mi equipo capturaron Guerreros del Sol.
Buscaba entre la multitud alguna cara conocida, cuando alguien me sorprendió picándome las costillas desde atrás.
Solté un grito seguido de varias risas.
Era Alicia. Y estaba cubierta de sudor, y tenía varios arañazos en los brazos.
—¿Cómo te fue en la cacería? —Preguntó ella mientras se limpiaba la frente con el dorso de la mano.
—Me capturaron —le respondí encogiéndome de hombros. Ella empezó a reír—. Pero Víctor me salvó —señalé a mi amigo que estaba a unos metros de mí, hablando con una chica bajita, de piel trigueña y cabello negro. Me parecía que se llamaba Elizabeth.
—Uh, ya. Pues a mí me fue bastante bien —y señaló hacia donde estaban los prisioneros. Ahí, entre ellos, pude distinguir a un chico pelirrojo, con una coronilla de margaritas en su cabello, y amordazado como el resto.
—¿Ese es Pepe? —Alicia parecía demasiado emocionada, y estaba dando saltitos. Ella asintió mordiéndose el labio inferior—. ¿Pero qué él no es de nuestro equipo? —Alicia asintió efusivamente—. ¿Entonces qué hace atado?
Mi hermana soltó un grito de emoción que llamó la atención de muchos semidioses que nos rodeaban.
—Pepe se me declaró —dijo ella mientras agarraba mis brazos y saltaba, sacudiéndome el cerebro en el proceso.
—¿Y lo ataste?
—¡Sí! Le dije que sí. Así que le di un golpe en el estómago. Y lo até.
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La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
AdventureTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...