Estaba en un páramo desértico. La tierra estaba reseca en exceso. y las grietas que surcaban el suelo eran tan grandes como para que mi pie pudiera entrar. Debía tener cuidado de donde pisaba. El cielo se veía negro rojizo, y unas enormes nubes del mismo color amenazaban con transformarse en tormenta. El viento silbaba al pasar por mis oídos, además de revolverme el cabello. Un relámpago, rojo también,partió una nube.
No sabía por qué estaba ahí.
Lo último que recordaba era la Calzada, la batalla contra Coyolxauhqui y su ejercito, y...
Rodrigo.
La respiración se me aceleró, el pecho me dolía, me empecé a marear. Me dejé caer de rodillas. Recordé lo que había pasado. Cómo había muerto apuñalado por la diosa de la luna. No podía ser cierto. No quería creerlo. Él ya no estaba aquí. Demasiadas emociones se atropellaban dentro de mí.
Comencé a llorar. No, no era justo. No lo era. Él había sido un héroe. Los héroes deben tener finales felices. Deben estar en las fiestas, celebrando sus victorias. Los héroes no pueden morir en el momento de ganarle al villano, ese es su momento de brillar.
Pero Coyolxauhqui le arrebató eso y más. Le arrebató la vida, cuando Rodrigo aún tenía mucho por vivir. No pude decirle lo que sentía de la forma correcta.
Estaba tan arrepentida. Desperdicié el tiempo en lugar de estar con él. Quizá las cosas hubieran sido distintas si lo hubiera dejado hablar aquella vez en el bosque, luego de que Payne se fuera.
Los respiración me empezó a fallar. Estaba viendo puntos negros y amarillos. Los bordes de mi campo de visión se volvieron borrosos. Estaba por sufrir un ataque de pánico. No me di cuenta cuando el suelo comenzó a temblar hasta que una gigantesca pata, perteneciente a una criatura aun más gigante, casi me aplasta.
Me quedé viendo con horror la cosa escamosa que tenía enfrente. Era casi tan gruesa como el tronco de un roble, y tenía unas garras tan largas como espadas. No dudaba que fueran igual de afiladas.
Me di una vuelta sobre mí misma, tratando de alejarme de aquella monstruosidad, y por instinto intenté desenvainar mi daga. No estaba ahí. Maldición, ¿dónde estaba la daga? O más importante aún, ¿en dónde me encontraba yo? ¿Qué era esa cosa?
Al voltear para arriba, vi un cuerpo largo, muy, muy largo. Era como una serpiente con patas.
La criatura siguió caminando como si nada. Cuando estuvo a unos cien o doscientos metros, pude verla mejor. Sí era una serpiente con patas. Pero lo más raro de esa criatura era que tenía bocas (o al menos, eso se me figuró) en las rodillas, en el cuello y cuerpo, en la cola y en la cabeza. Cientos de bocas, cada una de cientos de colmillos, cubrían todo su cuerpo.
Algo vibró en el fondo de mi cabeza.
Oh, maldita sea.
-En efecto -dijo aquella criatura con una voz femenina, mientras se daba la vuelta para quedar enfrente de mí-, estoy maldita. Asesinada por el capricho de los dioses, e infestada por esa aberrante peste llamada humanidad.
Me quedé muda por la impresión. No podía ser cierto. Esta bestia no podía ser ella. Seguro estaba mintiendo.
-Me ofendes al compararme con una bestia, pequeña semidiosa -carajo, sí hasta podía leerme la mente-. Yo soy una diosa. La diosa primordial de la tierra. Con mi cuerpo se creó la Tierra y el cielo. No soy una insignificante bestia como el ahuízotl que mató a la madre de tu novio. No, yo soy la soberana absoluta del todo.
Eso me hizo enojar. ¿Cómo se atrevía a hablar de la mamá de Rodrigo? ¿Y de qué hablaba cuándo decía ser la soberana de todo?
No sabía que pensar. Recordé un sueño que Rodrigo tuvo, Coyolxauhqui en el Pico de Orizaba, con una enorme serpiente enroscada alrededor del volcán. No podía ser la misma. Además, las serpientes eran muy veneradas en tiempos antiguos, podía ser otra. Quizá su prima segunda...
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La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
AdventureTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...