37. Chiconahualoyán, parte 1

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No sabía cómo sentirme en ese momento.

Quería llorar, pero las lágrimas simplemente no salían. Quería enojarme con Payne, por ser un idiota, pero no me sentía furiosa. Quería gritar, pero tenía un nudo en la garganta que no me dejaba emitir ni un sonido. 

Sólo me sentía vacía.

Me sentía como el día que perdí a Rodrigo.

No quería sentirme así de nuevo. Tenía que confiar en las palabras de Payne, "nos veremos cuando todo esto termine". No podía permitirme desmoronarme. No aquí, no ahora. Tenía que ser fuerte, y esperar que todo saliera según el plan.

—Hemos llegado al Noveno Infierno —dije cuando al fin pude hablar, aclarándome la garganta.

Estábamos en una especie de ciénega, todo cubierto con una espesa bruma que no dejaba ver nada. No alcanzaba ni siquiera a ver las cabezas de Momo. Sus patas chapoteaban en el suelo, indicando que habíamos salido del agua, pero estábamos en una zona pantanosa, así que en cualquier momento podíamos entregar de vuelta al agua.

Había muchos árboles esparcidos por el lugar, enormes árboles que parecían perderse el el cielo. Por poco chocamos con uno que apareció de la nada entre la niebla.

—Nos estamos acercando a un río —dijo Alessa con la voz entre cortada, sorbiendo la nariz.

Mar estaba a punto de decir algo cuando Momo entró al agua del río, que tenía una corriente tranquila, pero que nos dejó en shock a las tres.

Estaba de vuelta en la Calzada. Tenía a Jonas a mi lado peleando contra una tzitzimitl, y a lo lejos pude ver a Jocelyn, a Gabe, a Fer, a Karina y el resto de los chicos que conocimos cuando llegamos a México. También estaba Mar ahí, peleando al lado de Arath, Adriana y Víctor, y los demás de su escuadrón de Guerreros del Sol. Todos estaban peleando contra las estrellas de los eclipses y, a lo lejos de donde yo estaba, Rodrigo peleaba contra Coyolxauhqui.

Era el día de la Batalla en la Calzada.

Esto se veía como una película pasando rápidamente, y se detuvo justo cuando Coyolxauhqui estaba por clavar su espada en Rodrigo. Todo se detuvo en ese momento.

Era este momento el que había cambiado mi vida, cuando todo se había arruinado, lo que me había llevado hasta este punto. Esto era lo único que podía pensar por el momento, tratar de recuperar a Rodrigo para evitar el fin del mundo, para tener a mi mejor amigo de vuelta conmigo, para llenar ese vacío que sentía en el pecho, para eliminar esa horrible sensación que me perseguía día y noche desde que abandoné a todo y a todos en el Campamento para regresar a Londres.

Momo siguió avanzando hasta que salió del agua, y regresé al Noveno Infierno, junto con Mar y Alessa, sentándose en el suelo para que nos tranquilizáramos. Sentí como si me hubiera una cubeta de agua fría en la espalda, me sentía agitada, tenía los ojos húmedos y me costaba trabajo respirar.

—¿¡Qué rayos fue eso!? —Preguntó Alessa alterada, limpiándose las lágrimas del rostro—. Un segundo estaba aquí, y al siguiente estaba de vuelta en la Isola dei Pescatori, en el Lago Maggiore, en el día que mi madre falleció. ¿Cómo... cómo pasó esto?

—Ese fue el Primer Río de la Conciencia —le respondió Mar, tratando de que la voz no le temblara—. Aquí es donde reflexionas tu existencia, donde debes descubrir qué fue lo que te trajo hasta aquí, lo que hizo que te conviertieras en quién eres. 

—¿Qué viste, Mar? —Le preguntó Alessa.

—No quiero hablar de eso.

Hubo un pequeño silencio incómodo entre las tres, sólo interrumpido por el murmullo de los ríos.

La Trilogía Azteca 2: Los Nueve InfiernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora