(3/?)
Al principio todo era oscuridad y silencio, pero pronto empecé a escuchar el rumor de agua corriendo. Iba abrazada del brazo de Payne, quien era jalado por Beatrice, quien parecía saber el camino exacto por el cual ir. Mientras más avanzabamos, el volumen del río se iba intensificando.
Payne se removió un poco y sacó algo de su bolsillo: un rectángulo luminoso que me cegó por unos segundos. Tarde un momento en darme cuenta que era un celular.
No recordaba dónde había dejado el mío. Tal vez estaba en la mesita a un lado de mi cama.
—Le mandé un mensaje a tu mamá hace rato, antes de entrar —dijo él mostrándome la pantalla con el texto. Vamos a iniciar el viaje, volveremos pronto.
—Gracias —le dije dándole un abrazo.
—Les prometí a tus padres que te devolvería en una pieza.
Payne encendió la linterna de su teléfono e iluminó los escalones que íbamos pisando, con Beatrice apenas adelante de nosotras. A pesar de tener una buena potencia, la linterna no iluminaba más allá de un par de metros. Quizá la oscuridad fuera mágica o algo por el estilo.
—¿Mich?
—¿Sí?
—Mira esto —Payne abrió la aplicación del reloj y me mostró el temporizador. Marcaba 287 horas con 52 minutos—. Es el tiempo que queda hasta el 2 de noviembre, el día que tenemos que estar con Rodrigo y los demás semidioses reunidos.
Asentí.
—¿Funciona bien aquí? Había oído que el tiempo avanza de forma distinta en el inframundo.
—Es mi notski —recordé que el teléfono de Payne era un celular mágico azteca, proveído por el dios Ehécatl—, tiene un hechizo para hacer que marque el tiempo real, del mundo de los vivos. Así estaremos seguros de cuánto tiempo tenemos.
Me quedé viendo el tiempo correr, los segundos ir disminuyendo, cada vez más lento, hasta que se detuvo del todo.
Le señalé la pantalla a Payne.
—Es raro ver cómo avanza el tiempo. Ve, se detuvo.
—Sí, lo es —mientras Payne decía eso, el segundero comenzó a avanzar como loco y en cosa de un par de segundos, el temporizador marcaba diez minutos menos.
—¿Pero cómo...? —Pregunté confundida.
—No lo pienses, Mich. Es demasiado confuso para entender. Ni yo mismo comprendo como avanza el tiempo aquí. Es bastante aleatorizado.
Seguimos caminando en silencio por varios minutos, o quizá segundos u horas, hasta que todo se iluminó. Era como si hubieran encendido las luces del ambiente. Un momento estábamos en completa oscuridad, y al siguiente todo estaba iluminado.
Estábamos en una especie de caverna. No era la misma en la que había tenido pesadillas antes, era una muy distinta. Esta no tenía el techo tan alto, no parecía estar repleta de bestias ni tenía un aura maligna o nauseabunda. Había un río también, muy ancho y por el que corría mucha agua, yendo rápido y haciendo mucho ruido, del que sobresalían rocas cada ciertos metros.
Sólo parecía ser una caverna común, por la que circulaba un río que amenazaba con desbordarse.
Pero siendo algo azteca, no podía ser sólo lo que aparentaba.
Y mi teoría fue comprobada cuando un coro de aullidos ahogó el ruido del río. Debían ser cientos, sino es que miles, de perros, o lobos, quienes producían aquel sonido. Beatrice se puso en guardia, mostrando los colmillos y gruñendo, volteando a ver a todos lados.
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La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
AventuraTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...