Faltando veinte para las 10:00, salimos de la enfermería. Entre Liliana y yo, íbamos llevando a David, ya que no tenía fuerza suficiente para mantenerse de pie sólo. Aunque él no conoció a Rodrigo, quería agradecerle por salvarlo, mientras él estaba indispuesto en la enfermería.
Él hacia su mejor esfuerzo para no dejarnos todo su peso, pero aun así nosotras llevábamos la mayor parte.
— ¿Y bien? ¿Cómo terminaste aquí, David?
Pareció sonrojarse por la pregunta, aunque dudaba que fuera así, la titilante luz de las antorchas engañara la vista.
—Esto... Pues... Es una historia larga.
—Falta mucho para llegar a la Pirámide del Sol, hay tiempo de sobra para que nos lo cuentes.
—Bueno. Soy de Guanajuato Capital. Yo, ummf, he sabido que soy un semidiós desde hace unos años. Mi madre no que ha dicho quién es, ya que si yo lo supiera, las bestias me perseguirían aún más. Hasta hace tres meses, nunca me había topado con alguna.
»Ese día salí tarde de la prepa. Había discutido con mi novia, por lo que iba sólo. Estaba caminando por una calle poco transitada, distraído, escuchando música con mis auriculares. No me di cuenta que me seguían.
» ¿Ven la pulsera? —Liliana y yo asentimos—. Fue un regalo de mi madre. Se convierte en espada. Lo que me atacó... parecía una escultura de roca. Me atacó por atrás. La destruí por los pelos, pero me costó dos costillas. Mi padre estaba furioso, pero se alegraba que siguiera vivo. Esa noche se fue refunfuñando que las clases de defensa personal no habían servido para nada.
»Estuve en cama casi un mes. Cuando volví a la escuela, todo parecía normal. No había más monstruos, pero estaba más al pendiente. No quería que me sorprendieran de nuevo. Mi novia llegó a enojarse conmigo porque siempre andaba de paranoico. Y el día que bajé la guardia...
»Fue hace una semana. Mis costillas todavía no sanaban del todo, pero tenía que jugar ese partido se fútbol, o mi escuela sería descalificada del torneo.
Le di un zape por ese comentario.
—Auch —dijo mientras se sobaba la cabeza—. ¿Eso por qué fue?
—Por lo que hiciste —dije frunciendo el ceño—. Un torneo no vale la pena si mueres.
—Lo sé. Y me arrepiento de hacerlo. No debí acceder a jugar. Más de esas estatuas aparecieron durante el partido. Los mortales... Ellos pensaron que era un ataque terrorista, que eran bombas. Intenté salvarlos a todos los que pude. Coordiné a mi equipo para la evacuación, mientras yo me quedaba y destruía a esas bestias.
—Y esta vez, fueron cinco costillas —dijo Liliana—. Yo tuve que reparártelas. De nada.
—Gracias —dijo él sonriendo—. Después del ataqué, vi a mi madre aparecer. Ella chasqueó los dedos y las estatuas se hicieron pedazos. Me abrazó, y todo a nuestro alrededor se desvaneció. Cuando desperté, estaba en la enfermería.
—Bueno, no apareciste precisamente en la enfermería —le dijo Liliana alzando una ceja—. Estabas en la base de la Pirámide del Sol. Tu madre llegó como una loca, te dejó tirado y se fue. Estabas lleno de moretones, tierra y sangre fresca. Jonas y yo te llevamos hasta la enfermería.
David nos dio una sonrisa cansada.
—Entonces recuérdame darle las gracias a él también.
—Lo haré.
Mientras David y Liliana conversaban, yo estaba pensando. Su madre le había salvado la vida. El padre de Rodrigo llegó a la Calzada cuando él ya estaba en el suelo, antes de que Coyolxauhqui diera la estocada final. Intentó salvarlo, pero no lo hizo a tiempo.
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La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
AdventureTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...