9. Sueño

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Hubo una enorme explosión, que nos arrojó lejos a todos. Yo caí sobre mi trasero, y me ardían los ojos debido al polvo que me entró. Las manos también me ardían, y sangraban. La cabeza me estaba dando vueltas.

Una figura masculina se puso se pie, volteando a todos lados, como si buscara algo o a alguien. Se veía enfadado, pero se arrodilló para agarrar a una serpiente de fuego color azul.

Rodrigo.

Quise correr a abrazarlo, pero la serpiente, Azul, le mordió el brazo, haciendo que yo ahogara un grito.

—¡Rodrigo! —Intenté ponerme de pie para ir hacia él, pero las piernas me fallaron.

Rodrigo hizo combustión espontánea, prendiéndose en fuego color azul, y unas enormes alas de colibrí se formaron en su espalda. Estaba maravillada viendo eso, la forma en que el fuego se arremolinaba formando sus alas.

Pero mi fascinación fue interrumpida por horror.

Una sensación de dejá vù me golpeó la cara haciéndome caer. No podía ser cierto. No podía volver a tener esta misma pesadilla. Ya había perdido la cuenta de las veces que sucedía.

— ¡Coyolxauhqui! ¡Aparece! —Gritó Rodrigo

Quise pedirle que parara, que ya sabía como terminaría esto, pero la voz no me salía.

—Aquí arriba, cariño —Coyolxauhqui dijo desde la punta de la Pirámide la Luna. Una gran sonrisa siniestra se formaba en su rostro.

Rodrigo corrió hacia la Pirámide. Yo intenté seguirlo, pero no podía moverme.

—¡No! ¡Espera! —El grito salió de mis labios sin mi permiso. Parecía estar en modo automático, condenada a repetir la misma tortura, todas las noches cuando dormía.

Pero al menos ya conocía lo que ocurriría, y lo que pudo haber pasado en caso de que cualquier cosa hubiera sido distinta.

Un relámpago cayó justo detrás de mí, y moví la daga de Rodrigo para destruir al tzitzimitl antes de que se formara.

Empecé a destruir a las tzitzimime antes de que se formarán completamente. Ya sabía donde aparecería cada uno. No me preocupé por los demás semidioses o los Guerreros del Sol. Ellos estarían bien sin mí, por el momento.

Convertí mis ojos, nariz y oídos en los de un jaguar, también lo hice con mi mano izquierda. Troné mi cuello, y me preparé para cometer genocidio de estrellas.

Otra vibración, así que corrí al lugar dónde caería el rayo. Solté un zarpazo que impactó con el cráneo de la bestia en segundo que se materializó.

Terminé envuelta en un tornado de destrucción masiva Todo a mi alrededor se volvió negro, iba dejando una estela negra, mientras iba mandando al infierno a más y más bestias con mi daga y con mis garras.

Tras unos cuantos minutos haciéndolo, y comprobar que todos seguían vivos, una fuerza invisible me jaló hacia Carlos, para estar combatiendo a su lado, hasta que llegara el momento en que nos quedáramos sin más bestias que combatir.

Los relámpagos dejaron de caer, así que me preparé para acabar con los que quedaban.

—Bien —dijo Mar entusiasta—. Fue el último. Deberíamos ayudar a Rodrigo. Puede necesitarnos.

—No, esa es su batalla —respondió Víctor—. Además, aún no hemos terminado. Vean.

Rodé los ojos. Esto me estresaba. Los tzitzimime fueron formándose poco a poco, de nuevo. Me preparé para la segunda ronda, estirándome hacia arriba para hacer tronar mis espalda, luego con mis dedos.

La Trilogía Azteca 2: Los Nueve InfiernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora