18. Hermanos

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Me quedé viendo a Jonas sin estar del todo segura de haberlo escuchado bien. Volteé a ver a Payne, esperando que él tuviera la misma reacción que yo, pero en cambio, puso una gran sonrisa en su rostro. Cuando vi que chocaron los cinco, me perdí completamente.

—¡Es una estupenda idea, Jonas!

—¿Qué? —Pregunté sin saber que estaba pasando ahí. Quería pedirle ayuda al doctor García.

—¡Sí! —Continuó Payne emocionado—. Deberíamos hacerla hoy mismo. Así partiríamos mañana y los dioses nos darían sus bendiciones.

—Iré ahora mismo a avisar a todos en el Campamento —Jonas mostraba la misma emoción que Payne, pero yo seguía sin entender la situación. Hace dos minutos parecían querer golpearse, ahora actuaban como mejores amigos.

—¡Alto! —Grité, y los dos chicos se quedaron callados y en su lugar. Jimi y los otros dos semibestias lucían igual de confundidos que yo—. ¿Qué es una guerra florida y por qué vamos a tener una hoy, en lugar de partir en la misión ahora mismo?

Los dos chicos se quedaron callados por casi diez segundos, hasta que Jonas habló primero.

—¿De verdad no sabes lo que es una guerra florida?

—¿Golpearse unos a otros con margaritas? ¡No lo sé!

—¿Estás bromeando?

—¿Tengo cara de estar bromeando?

—Eh, no.

—Exacto. Ahora, ¿me podrías explicar?

Payne se adelantó y respondió mi pregunta.

—Eran unas guerras, encomendadas a Xochipilli, el dios de las flores. En estas guerras, realizadas en la antigüedad entre distintos pueblos nahuas durante tiempos de hambruna y sequías, se buscaba atrapar la mayor cantidad de prisioneros, los cuales eran sacrificados a los dioses, y así apaciguar su furia para traer lluvias y fertilidad en las tierras.

Me quedé muda por lo que dijo Payne. ¿Había escuchado bien? ¿Sacrificar prisioneros? Jonas se apresuró a explicar eso, seguro ante mi cara de horror por tal ritual.

—¡No vamos a sacrificar a nadie! Te lo aseguro. Quetzalcóatl ha convencido al resto de los dioses de basar su dieta en el cacao. Pero siguen siendo aztecas, siguen requiriendo de la sangre para continuar viviendo en la llama de occidente. Los prisioneros sólo se harán un pequeño corte en la palma de su mano no dominante, y entregarán unas gotas de sangre a los dioses. Así, los ganadores obtendrán el favor de un dios. Y Michelle, quieres ganar esto, porque te aseguro que necesitarás el favor de Quetzalcóatl, y de varios dioses del Inframundo, para poder tener éxito en tu misión.

Cerré los ojos con suspicacia, viéndolos a los dos como si fueran niños pequeños que habían cometido alguna travesura y aún no descubría cuál había sido. Descubriría que trataba este par de zoquetes.

—Bien. Pero espero que esa sea la única sangre derramada. No quiero que nadie salga herido.

—No puedo asegurar nada. Sigue siendo una guerra, pero nosotros entrenamos para ser soldados, así que estará bien. Le avisaré al director del Campamento. No espero su aprobación, pero al menos estará al tanto.

Jonas entró más profundo al Palacio de Quetzalcóatl y se perdió entre la sombras. Escuché sus pasos alejarse, y después como si estuviera bajando unas escaleras.

—¿Director del Campamento?

—Kálux, el otro sacerdote de Quetzalcóatl —me respondió Payne—. Es el segundo sacerdote con más experiencia de todos. Dado que la señora Josefina no puede hacerse cargo, porque tiene más de noventa años, el puesto lo ocupa él.

La Trilogía Azteca 2: Los Nueve InfiernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora