(Plaza de la Luna, con enfoque en el altar central vista desde la punta de la Pirámide de la Luna, imagen en multimedia. Invocación, de Jorge Reyes, video en multimedia)
Payne
Desde la punta de la Pirámide del Sol, observé toda longitud de la Calzada de los Muertos, el lugar donde los hombres se convierten en dioses.
Se veía igual que cuando nos habíamos ido. Los semidioses entrenaban sus habilidades con las armas, otros jugaban con sus compañeros, algunos más simplemente estaban conversando entre ellos: estaban disfrutando de la vida. Había también algunos dioses presentes, realizando actividades con sus hijos, o congregados en la Plaza de la Luna, el lugar donde se llevaría a cabo el ritual.
Tenía que apresurarme, si Tocátl me había enviado de regreso al Campamento, significaba que la hora establecida estaba cerca. Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y no me sorprendió ver qué no encendía. Claro, había estado sumergido en un lago lleno de muertos vivientes, peleando contra una iguana, durante varios minutos.
Ni siquiera un celular mágico puede con tanta ridiculez.
Sentía un ligero cosquilleo en las puntas de los dedos, lo que me hizo voltear hacia ellos. Alcé mi mano derecha y froté mis dedos antes de chasquearlos, encendiendo una pequeña llama violeta, que danzaba al ritmo del viento. Bien, al menos seguía teniendo mi poder ígneo.
Respiré hondo, y aunque todavía sentía esa sensación de poder en la boca de mi estómago, dónde residía mi llama interna, no lo sentía en la sangre. Sabía que mi velocidad se había ido. Mi conexión con la fuerza de la velocidad estaba rota, y no había forma de restaurarla, más que cumpliendo los deseos de la diosa del destino.
Solté un gran suspiro y me dirigí hacia la cara trasera de la Pirámide, dispuesto a bajar por ese lado. Al llegar a la orilla, tuve esa horrible sensación que los humanos llaman vértigo. Era la primera vez que lo sentía, y tuve miedo de caer y romperme una pierna, y no en buen sentido. Así que mejor me dirigí a la parte delantera y procedí a bajar por la escalinata principal.
Pude haber bajado por el ascensor, pero no sabía la contraseña de la Pirámide del Sol. Además, no quería llamar la atención y perder tiempo en más explicaciones de las necesarias.
Cuando estuve en el suelo de la Calzada, caminé hacia la Plaza de las Micas por una bicicleta. Alguien había ideado un sistema de transporte en base a bicicletas, para recorrer la Calzada en cuestión de minutos, con tres puestos a lo largo del camino. No sé a quién se le ocurrió, pero debía ser un genio.
Un hijo de Tlalcíhuatl, la diosa de la tierra, estaba atendiendo el puesto. David, creo que se llamaba.
—Una bicicleta, por favor —le pedí con una sonrisa—. Necesito llegar rápido al Palacio Emplumado.
El chico parecía no haberme escuchado, pues estaba bastante concentrado en su laptop, escribiendo furiosamente, como si se le fueran a escapar las ideas. Me aclaré la garganta y cerré un poco la pantalla de su computadora.
—¿¡Quién crees que eres para...!? —Empezó a reclamar, pero al verme, su expresión cambio totalmente, y se veía un poco asustado, incluso—. ¡Oh, señor Paynalton, es usted! ¿Qué está haciendo aquí? Creí que estaba en...
Le dediqué una pequeña sonrisa.
—Necesito una bicicleta —repetí mi solicitud.
—Claro, tómela de los ganchos —dijo mientras cerraba su computadora por completo y yo bajaba la bicicleta—. El costo del servicio es de seis tomines —añadió nervioso—, ya que en días feriados el costo sube un 50%, aunque los dioses tienen un descuento especial dependiendo de la festividad...
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La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
AdventureTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...