Rodrigo
Por suerte, no tuve ningún sueño o visión mientras estuve inconsciente. Sólo completa y total oscuridad.
Me sentía cansado, demasiado, como si acabara de correr la Maratón de Boston. No sabía porqué, pues apenas y había hecho esfuerzo al luchar contra Westchester. Y además, me había quedado dormido en aquella batalla.
No recordaba que había pasado. Los recuerdos eran borrosos.
Intenté abrir los ojos, los sentía pesados y ardían, como cuando te quedas dormido después de haber llorado varias horas, o por haber visto la tv por horas y apenas dormido durante la madrugada. No lograba hacerlo. Los párpados no me respondían, a pesar de que me esforzaba en abrirlos.
Escuché ruido cerca a mí. Voces. Dejé mis ojos por el momento, intentando agudizar mis oídos para lograr entender lo que decían las voces.
—Haku, debes comprender —era la voz de un chico, se escuchaba enfadado y hablaba entre dientes—. ¡Ellos pueden ser monstruos! Todo en este maldito lugar intenta darnos caza. ¿Acaso te pusiste a pensar en lo que pasaría si resulta que ellos son de esas horribles criaturas?
—Sí, lo hice —otro chico le respondió. Debía ser ese tal Haku—. Y ellos no son monstruos ni demonios. Siento algo en ellos. Son semidioses, pero no son como yo.
¿De qué en estaba hablando este chico Haku? Nada de lo que decían tenía sentido.
O quizá era yo que no lograba entender sus palabras.
—Pero puedes sentirlo, ¿no? —Preguntó el primero—. Uno de ellos tiene un aura muy poderosa. Quizá sea hijo de un dios bastante importante. ¿Y si decide matarnos también? No estamos seguros que él sea de los buenos, no sabemos cómo son ellos. ¡Quizá son bárbaros y asesinan por diversión!
—Ryuu, calmate. Siempre eres tan pesimista. Intenta verle el lado bueno. Estoy seguro que ellos nos ayudarán.
—No soy pesimista. Soy realista. Estoy pensando en el bien de Kai y de Aoi. Y sobretodo, estoy pensando en tu bien.
—Entonces confía en mí. Estoy seguro de esto. Ellos nos van a ayudar a salir de aquí. Quizá mi madre pueda ayudar con esto...
—¿Qué tan seguro de esto estás?
—Bastante seguro.
—¿Sí? Te recuerdo que fuiste tú quien dijo que viniéramos a México, después de que te exiliaran. Y no duramos ni dos días en Orizaba, ¡dos días!, antes de que esa diosa desmembrada te asesinara. ¡No logro comprender como fue posible eso! Eres uno de los mejores espadachines de todo Japón.
Un momento. ¿Diosa desmembrada? Ella me sonaba de algo.
Diosa desmembrada. Diosa desmembrada. ¿Diosa desmembrada?
Los recuerdos vinieron a mí (de nuevo) tan rápidos como la espada de Coyolxauhqui cuando me atravesó.
Me incorporé de golpe haciendo sobresaltar a un chico de sudadera roja, que se recuperó en un pestañeo y me apuntó con una espada larga, en la base del cuello.
Pero estaba él solo. No había nadie más en la cueva donde estábamos. Nadie más que Lucas, dormido a unos metros de mí. ¿A dónde habrá ido el otro chico con quien estaba hablando el de la sudadera?
—¿Quién eres? —Le cuestioné, colocando un poco de cautela en mi voz.
—Soy un semidiós como tú.
—Te escuché hablar, Haku. Decías que no eres como yo. ¿Eres una bestia? ¿Un demonio?
Haku pareció palidecer. Luego frunció los labios hasta formar una línea delgada.
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La Trilogía Azteca 2: Los Nueve Infiernos
MaceraTras lo ocurrido en la batalla de la Calzada de los Muertos, Mich está destrozada. Por no haber podido aclarar sus sentimientos hacia Rodrigo a tiempo, su mundo se puso de cabeza. Y eso, acentuado con la desaparición de Payne, es todavía peor. A...