Capitulo ocho.

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Vee Stevens

Imbécil, eres una imbécil Vee—me digo a mi misma y por un momento veo la hora en mi celular seis y diez suspiro y guardo el pequeño aparato no puede creer que en verdad haga esto. Pasar un mes en la cama de... ¿un extraño? No extraño no, de un conocido —y también un viejo amor—que no veo desde hace un largo tiempo. Bufo por lo bajo y ruedo los ojos de tan solo pensarlo no hay una simple razón por la cual haga esto oh claro que si aquella mirada triste y desesperada de mi padre me ha roto el corazón. No puedo dejar que un hombre le arruine la vida o incluso la mía propia.

Durante toda mi adolescencia había querido obtener la más mínima atención de Ian Hamilton y luego de diez años él ofrece acostarse conmigo por un mes entero. Mi adolescencia debe estar feliz por el simple hecho de que al fin me encuentra deseable. En cambio estoy chispeando de rabia, me río ante mis adentros recordando todo lo que había intentando en aquellos años, había probado de todo para llamar su atención desde insinuármele con la ropa de mi madre hasta andar por la casa en un diminuto bikini. Sacudo la cabeza y me burlo de mi misma era la típica adolescente enamorada.

Dejo mi mirada fija en la ventana y observo como avanzó por el camino New Orleans es pintoresco y alegre la he visitado en varias oportunidades y conozco gran parte de este lugar. Pero mientras avanzo cada vez más y más por la carretera vieja dudo conocerla completamente.

— ¿Usted será la nueva asistente del señor Hamilton? —aquella voz serena me saca de mis pensamientos.

Levantó la mirada y observó al hombre canoso conduciendo. ¿Asistente? Pero por supuesto él no puede estar diciéndole a sus empleados que pasara un mes acostándose con una mujer con el fin de que no chantajee a mi padre. Me aclaro la garganta y lo miro por el retrovisor.

—Sí pero solo estaré por un tiempo—contesto suavemente. El hombre asiente y sigue conduciendo con su mirada al frente del camino. Me mira por el retrovisor y achica sus ojos.

—Me pareces conocida ¿te he visto en alguna parte? —pregunta.

Lo que faltaba que terminen reconociéndome y llamen a algunos medios de comunicación para decirles que me encuentro aquí en New Orleans como si no fuera poco aguantar todos esos flashes en cada concierto.

—No creo—sonrío y vuelvo a clavar mi mirada en el camino.

Los minutos siguen transcurriendo y observó cómo pasan los árboles y letreros a medida que avanzo. Agrando mis ojos para poder ver una inmensa casa blanca que se ve al final del camino, aquella casa es dos veces más grande que la mía y es absolutamente hermosa. Tiene el diseño de una mansión francesa y se encuentra extrañamente alejado de todo, de lejos se puede observar como la rodean muchos árboles en una especie de cerca, mi corazón inmediatamente se acelera al ver como el hombre canoso cruza hacia la izquierda y se acerca a aquella casa.

Cuando el auto se detiene frente a esta casi creo morir. Es enorme casi se me siento intimidada por el tamaño. Veo como el hombre rodea el auto y abre mi puerta para que salga me ofrece su mano y con una cálida sonrisa se la aceptó.

—Señorita Stevens ¿no? —Me mira esperando a que lo corrija, asiento—Bienvenida a la mansión Hamilton—me sonríe.

Me encanta el rumbo que esta tomando esto😏

Un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora