Cuarenta y ocho.

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Son las dos de la tarde estoy muy cansada y es navidad. Suspiro. Otra navidad triste y sola, debo odiar a Ian por hacerme pasar por esto en lo que se supone es uno de los días más felices del año. Se suponía que pasaría navidad con Greg ambos saliendo o pasando bien el día, no se supone que este en este problema estresándome y queriendo matar a la primera persona que se me cruce en el camino.

Hace cuatro días había leído la nota que Ian me había dejado, hace cuatro días he mantenido en mi mente si debo ir a enfrentarlo o no. Cierro mis ojos con fuerza cuando mi cara comienza a enrojecer de la furia. Todavía siento mi sangre hervir—de mala manera—al recordar exactamente sus palabras.

"Estuve pensándolo bien y me dije que un trato es un trato te he dicho que permanecerías un mes en mi cama y así será, todo por tu padre, Cher. Piénsalo bien, si amas a tu padre lo harás. Recuerda te faltan dos semanas en mi cama como mi esclava sexual".

Ian

Aprieto mis puños automáticamente alrededor del volante hasta convertir mis nudillos en un color blanco. No puedo creerlo. ¿Cómo ha podido decirme eso? Aun han pasado cuatro días y no puedo creer que me haya dicho eso en realidad, y en el peor de todos los casos aun cuando me encuentro molesta sintiendo la necesidad o no de poder odiarlo.

Esto no me gusta.

Ahora aquí estoy, en Louisiana, en un auto que no logra encender un día de Navidad para enfrentar al hombre que amo que me quiere como su esclava sexual. Vaya suerte la mía. Suspiro e intento encender nuevamente el auto, cuando el motor suena avisando que esta encendido sonrió gloriosa.

—Vamos avanzando en este día un poco—me digo a mi misma.

Logró salir del estacionamiento y pongo en marcha el auto hasta la casa de Ian.

—Mejor que tengas mucho hielo Hamilton, porque después que abras esa puerta tendrás que pasar una semana entera con moretones—digo en voz alta mientras avanzo por las calles de Louisiana.

Cuando me detengo en un semáforo, puedo observar en el extremo de la calle el primer restaurante Francés al que él me había llevado. Inconscientemente mis mejillas comienzan a tonarse rosadas por los recuerdos que he tenido de ese día.

"Montre moi-ton jollie corps". Recuerdo el sonido ronco  masculino y sensual de su voz cuando me hablaba en Francés por unos momentos no creo ser capaz de golpearlo al verlo sino besarlo hasta emborracharme de sus besos. Sonrió tontamente y luego me obligo a sacar esa idea de mi cabeza, el sonido de otro auto me sobresalta y hago poner mi auto en marcha nuevamente hasta mi destino. Por suerte, tengo memoria fotográfica y recuerdo exactamente como llegar al lugar sin problemas, paso por el bosque de pinos largos que por primera vez ese trayecto se me hace infernal e infinito. Mi corazón comienza a latir al ver la mansión blanca, sigo marchando hasta entrar al jardín verde y hermoso por primera vez desde que me fui.

Respiro con dificultad y apoyo mi cabeza en el volante, solo tengo que ir, tocar su puerta, enfrentarlo y luego volver con mi cabeza en alto. Ese es el plan. Camino hasta la entrada y cuando estoy a punto de tocar el timbre, frunzo el ceño al ver que la entrada se encuentra abierta.

—¿Qué demonios? —murmuró y abro con cuidado la puerta.

Un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora