Capitulo nueve.

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Mi mirada pasea por los cuidadísimos jardines de la casa si es así como se le puede llamar por su increíble tamaño apuesto que todo el terreno cuesta unos cuatro millones de dólares casi el triple de lo que puedo ganar yo haciendo una gira. Observó la cantidad de árboles y arbustos que rodean la gran "casa" haciendo como una barrera.
El viejo conductor saca mis maletas del auto y lo acompañó hasta la puerta cuando estoy a punto de tomar mis maletas la puerta se abre, arqueo una ceja al ver a otro hombre vestido de traje saliendo de esta se acerca a mí y toma mi maleta sin esbozar una sonrisa o mueca. Nada.

—Señorita Stevens le llevaré sus maletas directo a su habitación—dicho esto desaparece de nuevo dentro de la casa.

Me siento abrumada al entrar si por fuera parece sumamente grande en el interior lo es aun mas, no puedo creer lo que veo sin duda vivir en un lugar así me intimida mucho. Observó curiosa la decoración del vestíbulo todo tiene cierta elegancia en cada detalle.

¿Cómo puede una persona con una profesión de científico tener una mansión de este tamaño?

Llegó a pensar que Ian tiene un trabajo oculto como traficante de drogas. Río  por lo bajo ante ese pensamiento.

—Señorita Stevens—llama el hombre canoso. De inmediato me giro hacia él.

—Por favor puede llamarme Vee no me gustan muchos las formalidades—le explicó dándole una cálida sonrisa.

— ¿Quiere usted que le enseñe el lugar o prefiere hacerlo por su propia cuenta? —pregunta.

—Lo haré sola, gracias—Ando cansada por el viaje—hago una mueca—él asiente y sonríe levemente.

—Está bien si desea comer algo la cocina esta a la izquierda del pasillo—me dice señalándola con uno de sus dedos—La cocinera que es mi esposa, normalmente se va a las seis en punto, pero siempre quedan sobras así que la cocina está abierta las veinticuatro horas.

A pesar de no haber comido nada en el avión, exceptuando una bolsa de frutos secos, no tengo hambre. Me siento lo suficientemente nerviosa como para comer sin embargo asiento para no ser descortés y el viejo hombre se despide de mí con otra de sus amables y suaves sonrisas. Suspiro y pienso en lo que haré, creí que por lo menos que Ian me recibiría como es lo más lógico pero en cambio estoy parada en medio del elegante vestíbulo observando cada cuadro y adorno.

Reprimo una sonrisa al ver que el hombre con traje se dirige hacia mí con un exagerado y refinado caminar me pregunto si esta es la casa de un simple hombre y no de un príncipe o algo por el estilo.

—Sígame le mostraré su habitación—dice haciéndome una seña para que la siga, casi tengo que correr para alcanzarlo. Lo sigo por un largo pasillo el cual no parece tener fin el hombre se detiene frente al lumbral de la puerta  entró conteniendo mi mandíbula para que no caiga al suelo al ver semejante habitación que ahora será mía.

—Si necesita algo solo avíseme—hace una mueca extraña entre una sonrisa y luego sale dejándome sola.

Cierro la puerta y silbó por lo bajo al observar mejor la habitación tiene el mismo tamaño de un apartamento para una sola persona, es tan grande que mínimo cabe unas treinta personas aquí. Diviso mis maletas en una de las esquinas de la habitación y encima de la cama hay una caja azul arqueo una ceja y me acerco hasta ella, es para mí.

Con cuidado y curiosidad abro la caja para encontrar una hoja de papel doblada y un objeto envuelto, desdobló la hoja para ver que es un mensaje de Ian.

¿Qué traerá la caja y que dirá la nota?


Un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora