Capitulo treinta.

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Vee Stevens 

—Tengo una reservación a nombre de Ian Hamilton—pide al mesero.

Miro con fascinación el restaurante francés, por fuera se ve antiguo y grisáceo pero por dentro es totalmente diferente. La decoración es de color blanco y dorado, las mesas y sillas son totalmente elegantes y hermosas todo parece sacado de una revista sin duda es uno de los restaurantes más bello y sofisticado que he visitado en mi vida.

Un mozo de traje negro le sonríe a Ian y exclama:

— ¡Monsieur Hamilton! ¡A Jean-Luc le encantara saber que estas aquí! —dice con un notable acento francés.

Ian sonríe al hombre y me sujeta de la cintura.

— ¿Está aquí en este momento? Quisiera hablar con él—pregunta el a mi lado.

— ¡Ian! Tiempo sin verte por aquí, comenzaba a extrañarte—comenta Jean Luc con el mismo acento francés marcado que el mozo.

—Sí, he tenido muchas cosas  que hacer y no he tenido tiempo—hace una mueca.

—Oh, veo que tienes compañía—el pelinegro me mira de arriba abajo y le sonrió—Tres Jolie, sin duda es hermosa.

Siento mis mejillas arder ante el comentario del francés y le devuelvo una sonrisa cálida y grande.

—Espera, eres Venus Stevens ¿no es así? —asiento—eres una cantante estupenda, me agrada tu música y al público de aquí también. Haces un trabajo estupendo.

—Gracias—respondo con sinceridad.

—Los llevaré hasta su mesa—nos indica el haciendo un gesto con su mano, Ian se acerca a él rápidamente y le dice una frase en francés.

Lo escucho fascinada como las palabras salen sin problema alguno de su boca, como si hubiese pasado toda su vida aprendiendo del idioma. Había escuchado alguna vez decir que es absolutamente sexy, siempre he creído eso. Pero escuchar a Ian hablarlo lleva un nuevo nivel de sensualidad.

Simplemente me dan ganas de lanzármele encima y besarlo. Me muerdo el labio inferior y salgo de mi trance cuando él me guía hasta la mesa que está un poco aisladas de las otras—a decir verdad está totalmente aislada—y alrededor de ellas se encuentra rodeada de plantas y flores. Ambos nos quitamos los abrigos y nos sentamos en la mesa uno frente al otro, Jean-Luc posa dos menús al frente de ambos.

— ¿Quieres que traiga el mismo vino de siempre? —le pregunta a Ian y el contesta con un breve "sí" —tomen su tiempo en tomar la orden volveré dentro de un rato—guiña un ojo y desaparece.

Vuelvo hacia Ian y lo encuentro mirándome como si fuera un bistec en medio de una manada de lobos hambrientos y salvajes. Bajo la mirada tímida y me estremezco al sentir su caliente tacto sobre mi piel.


Un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora