Capitulo diecinueve.

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Ian Hamilton 

Bajo una mano hasta su muslo y lo acarició delicadamente antes de acariciar su sexo Vee contiene la respiración cuando siente que la acaricio con mis movimientos lentos, tortuosos y suaves.

Clavo mi cabeza en su cuello y aspiró su fragancia a fresas. Esta mujer tiene el mejor olor del puto mundo, lamo el óvulo de su oreja y sonrió al escucharla gemir con suavidad. Sigo acariciándola haciéndole pequeños círculos sobre su clítoris y la beso.

—Estás húmeda y lista para mi, Cher—gruño en su oído. Ella alza sus caderas y gime de frustración cuando me separo.

Beso su vientre plano y mordisqueo sus muslos hago que se recueste sobre el piano y sonrió ante la vista. Su pecho sube y baja acompañado de su respiración como si fuese imposible, mi miembro esta endurecido tanto hasta doler. Me estoy volviendo loco. Beso su monte de venus y vuelvo a tomarla entre mis brazos.

—Apuesto a que sabes también como hueles, pero tendré que descubrirlo luego—digo.

Salgo de la biblioteca con ella en brazos y la dirijo hasta su habitación la recuesto sobre la cama y gateó sobre ella para darle un beso.

Cuando sacó de mi bolsillo el envoltorio de plástico y me remuevo para quitarme los pantalones Vee ríe al verme tan desesperado. Levantó la vista.

— ¿Qué es tan divertido? —pregunta.

—Tu desesperación—dice.

Sonrió.

—No sabes cuánto necesito estar dentro de ti...

Vee Stevens 

Un escalofrío recorre por todo mi cuerpo al escucharlo. Luego un pensamiento atraviesa por mi cabeza. ¿Qué pasara cuando el...? ¿Tal vez deba decírselo?

Cuando Ian quita su ropa interior todo pensamiento desaparece de mi cabeza. El sonríe al ver mi rostro y me besa.

—Sigo dudando que seas un científico—digo.

—Pues cariño créetelo.

Se coloca la protección y se acomoda entre mis piernas embistiendo con fuerza. El dolor se apodera de mí y algunas lágrimas salen de mis ojos junto a un grito de dolor. Ian se retira asustado y me mira incrédulo.

—Vee ¡maldición! ¿Eras virgen? —pregunta.

Asiento y pasa sus dedos por su cabello con expresión preocupada maldiciendo.

— ¿Te lastime? ¡Maldición! Debiste decirme—habla con preocupación.

Inmediatamente limpia las lagrimas de mis ojos y acaricia mi mejilla. Su preocupación y culpa lo enternecen. Sonrió debo admitir que ha dolido siempre había escuchado que la primera vez es así pero no me impide querer hacerlo.

—Lo siento...—comienza a retirarse de mi hasta que toco su brazo.

—No, está bien quiero hacerlo—lo detengo.

—Vee tu primera vez tenía que ser mejor que esto. No lo mereces...

—Yo decido hacer lo que quiera y te digo que estoy bien quiero hacerlo—demandó.

Ian me mira preocupado sintiéndose como la mierda. Al parecer nunca se había acostado con una mujer virgen y la idea de que yo sea la primera me da escalofríos pero también satisfacción al saber que yo estoy decida en hacerlo.

—Por favor—digo mirándolo.

Se inclina para besar mi frente.

—Si te lastimo solo dímelo así podre parar—dice.

Reprimo una sonrisa y asiento. Ian vuelve a acomodarse entre mis piernas y coloca una mano en el centro para acariciarme. Introduce un dedo lentamente y siente como me tenso, acaricia mi clítoris con su pulgar e introduce otro dedo dentro de mí.

Ian Hamilton

—Relájate—digo mientras sigo acariciándola rápido y luego lento. Cuando creo que va a llegar al clímax retiro mis dedos.

Comienza a quejarse cuando entró poco a poco en ella con el dolor todavía ahí pero estoy seguro de que desaparecerá al rato. Entro por completo en ella y me detengo en el interior para que su cuerpo se acostumbre. Contengo la respiración cuando todo el dolor desaparece convirtiéndose solo en placer. Un gemido ronco sale de su garganta y pasó mis manos por sus hombros. Comienzo a moverme lento y suave algo que no estoy acostumbrado a hacer pero que siento la necesidad de hacerlo con ella. Soy un idiota. Tuve que preguntarle antes si era virgen, pero claro solo he pensando con mi miembro al verla no con mi cabeza. Menudo imbécil...

—Más—jadea ella alzando sus caderas. La miró dudoso y comienzo a cambiar el ritmo. Las nuevas sensaciones se apoderan de su cuerpo mientras una de placer la consume por dentro. La beso mientras sigo moviéndome rápido en su interior, pongo una mano en uno de sus pezones y los acaricio. Ella gime y clava sus uñas en mis hombros cuando ya siento que estoy encima. Luego con un pequeño grito ambos nos corremos al mismo tiempo.

Me retiro de ella y observó como su pecho sube y baja con respiración agitada. Vee sonríe y me mira luego sus párpados se vuelven cada vez más pesados y cae dormida.

Un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora