Los ojos de An se abrieron de golpe al oír el motor de un auto deteniéndose fuera de la casa. Se encontraba acostada en uno de los sofás de la sala, intentando leer un texto para la clase de historia, pero hacía rato que había comenzado a dormitar. Tomó su celular y revisó la hora, ya eran las siete, y eso solo significaba que era su madre quien acababa de llegar. Se incorporó en el sofá, agarró las copias del texto y comenzó a leerlas, o por lo menos aparentar que lo hacía.
Oyó la risita de Gwen desde el sofá al otro lado, también se encontraba allí estudiando, solo que a diferencia suya, ella no se quedaba dormida.
—Cállate —le ordenó, sabiendo que se reía de ella. En respuesta, su hermana le sacó la lengua y sonrió.
Luego de meter el auto en la cochera, su madre se apareció en la sala. Era una mujer de cuerpo menudo, incluso cuando estaba a un año de cumplir sus cuarenta, conseguía mantenerse delgada sin mucha dificultad. No era tan alta como An y tampoco una enana, rondaba el metro sesenta y cinco, casi como Gwen. Tenía ojos y cabello castaño, aunque tenía la costumbre de teñirlo siempre de rubio, acto que conseguía resaltar aún más, si era eso posible, la gran falta de semejanzas entre ella y su hija.
—¿Cómo estuvo su primer día de clases? —preguntó mientras se sentaba en el extremo del sofá donde se encontraba An.
—Bien —respondió ella al mismo tiempo que Gwen pronunciaba "mal".
«¡Maldita sea!», pensó An, mirando de reojo a la enana.
Su madre las miró con confusión, así que antes de que pudiera formular alguna pregunta, An se adelantó a cambiar el tema.
—¿No te parece raro que Matt no haya llegado aún? Dijo que estaría aquí a las cinco y media, ya son las siete, y ni siquiera me contesta los mensajes...
—Tuvo un problema con el auto al salir de la universidad, pero ya llamó a alguien para que lo arregle. Ha de llegar en cualquier momento —comenzó a explicar su madre—. ¿Por qué te urge que esté aquí?
—Entrenamiento —dijo sin más, y su madre hizo una mueca de descontento.
—Creí que se trataba de algo más importante.
—Eso es importante, muy importante. Me ayuda a desestresarme —replicó An.
—Claro, porque amenazar y golpear gente es muy desestresante —murmuró Gwen con ironía, haciendo énfasis en "amenazar", y recordándole así lo de Meghan.
An la miró con los ojos entornados, más le valía a su hermana no decir nada sobre aquello.
—Para mí lo es, y si tu padre no llega, comenzaré a quitar el estrés contigo —le advirtió sin una pizca de humor. Aunque la verdad no lo decía enserio, jamás golpearía a su hermanita.
—Las dos sabemos que te cortarías las manos antes que golpearme —dijo su hermana con tono de suficiencia y, una vez más, le sacó la lengua.
—Ya basta las dos, y tú para con esas amenazas —intervino su madre, su dedo índice apuntando a An—. Si sigues así te llevaré a un psicólogo.
—Ya quiero ver que lo intentes —dijo An con calma, dedicándole una sonrisa—. Sabes bien que Matt no te dejará hacerlo.
—Eres mi hija, no suya. Soy la única que tiene derecho a decidir sobre ti hasta que cumplas la mayoría de edad, así que si quiero llevarte, te llevaré —dijo con mucha seguridad.
—¿Qué sucedió ahora? ¿Por qué discuten?
An volteó a ver al hombre de complexión fuerte y gran altura que acababa de entrar a la sala, y que las miraba con aquellos ojos azul oscuro llenos de curiosidad. Estaba tan concentrada en la charla con su madre que ni siquiera había oído el auto de Matt, y mucho menos la puerta.
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Alianza de sangre
FantasyDiez años atrás, ellos fueron enviados al mundo humano, donde estarían a salvo. Los recuerdos de todo lo vivido en su mundo fueron escondidos para que ambos pudieran llevar una vida normal. En ese entonces, Anayra y Lev eran solo unos pequeños, uni...