Jamás le había costado tanto concentrarse en clase como esa mañana. Sin importar lo mucho que se esforzara, su mente iba una y otra vez a la bruja, y lo mismo ocurría con su mirada. Recordaba esos efímeros minutos en el baño, esos minutos en los que ella lo había visto como si de verdad lo quisiera, y ansiaba ver ese deseo reflejado en sus ojos una vez más. Pasó la primer clase devanándose los sesos en busca de una manera para averiguar si la bruja sentía algo por él, o si aquello había sido solo producto de sus hormonas.
Fue inútil, y no se le ocurrió nada hasta que, al final de la clase mientras estaba recogiendo sus pertenencias, Natalie se acercó a hablarle. Hasta ese momento nunca se había sentido tan feliz de verla, e incluso la saludó con una sonrisa.
—Hola... —dijo Natalie de nuevo, sonriendo a su vez, aunque medio segundo después se llevó una mano al rostro en gesto de vergüenza—. Ay, lo siento, parezco tonta, ya te dije hola dos veces...
Lev rió, pero no tanto por el comentario de Natalie, sino porque sentía la mirada de la bruja sobre él. Se encontraba en su pupitre, a su izquierda y a medio metro de distancia, por lo tanto podía oír todo con claridad.
—No te preocupes, está bien, no pareces tonta —la tranquilizó Lev, y le pareció que la sonrisa de Natalie se ensanchaba—. No me había dado cuenta, pero tienes una sonrisa muy bonita —dijo a propósito, y antes de que ella le pudiera agradecer por el cumplido, añadió—: ¿Necesitabas algo?
—¿Qué? Ah, sí, algo así, es que mañana hay examen de historia, aunque eso ya lo sabes —dijo con obviedad, y Lev se vio obligado a ocultar su sorpresa al oírla. Tenía tantas cosas en mente que ni siquiera recordaba que al día siguiente tenían un examen—, y bueno, como eres uno de los más listos y siempre entiendes todo... Me preguntaba si podrías ayudarme a estudiar esta tarde, luego del partido de baloncesto. Aunque si no puedes está bien...
—Claro, ¿en tu casa? —preguntó él con tono despreocupado.
Natalie lo miró boquiabierta por un momento, como si no terminara de creer lo que había oído.
—¿Entonces sí aceptas? —preguntó, y Lev asintió—. ¡Gracias! Y sí, en mi casa, a las seis si te parece bien —agregó muy sonriente. Al verla así, Lev sintió un pinchazo de culpa por estar ilusionándola de ese modo—. En fin, ya no te molesto más... ¡Nos vemos esta tarde, y suerte en el juego de hoy! —exclamó, acercándose a él y plantándole un beso en la mejilla antes de que pudiera reaccionar.
Al instante oyó un crujido que resonó en todo el salón, sobresaltando a los pocos que aún permanecían ahí. Cuando Lev giró el rostro hacia la bruja, se la encontró sosteniendo un pequeño trozo de madera en la mano. Acababa de romper una esquina de su pupitre.
—¿Eso ya estaba por romperse? —inquirió Jake, dándole una mirada suspicaz.
—Eso parece —contestó ella con naturalidad, dejando el trozo de madera sobre el asiento.
Lev tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no sonreír como idiota. Estaba casi seguro de que An estaba celosa.
—Bueno, ¿vamos? —preguntó Gwen, dirigiéndose a todos.
—Adelántense, nosotros ya vamos —dijo la bruja, y Lev no necesitó preguntar para saber que ese "nosotros" lo incluía a él. Cuando Gwen y Jake abandonaron el salón y quedaron a solas, ella se giró hacia él—. ¿Natalie? —interrogó con desdén.
Lev se encogió de hombros.
—¿Qué tiene? Como ayer no parecías muy feliz de que intentara ganar la apuesta contigo, pensé que podía intentar con alguien de aquí.
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Alianza de sangre
FantasyDiez años atrás, ellos fueron enviados al mundo humano, donde estarían a salvo. Los recuerdos de todo lo vivido en su mundo fueron escondidos para que ambos pudieran llevar una vida normal. En ese entonces, Anayra y Lev eran solo unos pequeños, uni...