El roce de algo peludo sobre la frente, en compañía de un incesante pero confortable ronroneo, fueron la alarma de An esa mañana. Cuando abrió los ojos, la enorme cabeza de Mau estaba acaparando todo su campo de visión. Sin apartarse ni un milímetro, emitió un maullido, inundándole las fosas nasales de su horrible aliento.
—Bonita forma de desearme un feliz cumpleaños, panzón —murmuró ella, arrugando la nariz y girando el rostro hacia su mesa de luz, donde estaba su celular.
Cada mañana, desde que sabía que tenía una madre que era nada más y nada menos que una bruja, An había estado intentando utilizar la magia que se suponía debía tener. Miró fijamente el celular e hizo su mayor esfuerzo por concentrarse y visualizarlo moviéndose hacia ella, tal como Lev le había dicho que hiciera. Pero transcurridos más de dos minutos desistió, el mugroso aparato no se había movido ni un milímetro de su sitio. Ya lo había intentado con todos los objetos pequeños que veía, sin importar el momento o lugar, y seguía sin conseguir nada. No entendía por qué a Lev le resultaba tan fácil, él lo había conseguido al primer intento mientras que ella aún no era capaz ni de hacer levitar una maldita pluma.
Soltó un suspiro cargado de frustración y alargó una mano hacia la mesa de luz para tomar su celular.
—Seguro que mi padre era humano... —dijo con resignación tras chequear la hora y comprobar que todavía podía dormir otros treinta minutos—, eso lo explicaría todo, salí como él, sin magia... Sí, seguro que es eso, ¿no crees? —le preguntó a su gato, y él emitió un maullido—. Gracias por eso, ya no me siento tan loca por hablar contigo, al menos me contestas en tu idioma.
Mientras rascaba el cuello de Mau y volvía a acomodarse para dormir, notó algo raro en su collar, así que abrió los ojos y enfocó la mirada en él. Una pequeña caja blanca, que por su tamaño solo podría contener un anillo o algún objeto similar, estaba sujetada al collar del gato. An se incorporó en su cama, le hizo una seña a Mau para que subiera a su regazo y entonces tomó la cajita. Al abrirla se encontró con un collar; la fina cadena estaba hecha de plata, al igual que el dije, el cual tenía la forma de una garra y se veía igual de afilada que las uñas de su gato.
Tomó el collar y lo levantó a la altura del rostro para examinarlo bien. No le encontró nada raro, así que echó otro vistazo a la cajita, pero no había ninguna nota en ella. Volvió a guardarlo y se quedó pensando en quién le podría haber hecho ese regalo. Pensó en Sara y en Matt, pero ellos ya le habían dado su regalo un mes antes; el hermoso Jeep negro que estaba aparcado frente a la casa. Ese automóvil era su más preciada posesión, además de Mau, claro.
No le parecía probable que le dieran otro regalo, con excepción de un pastel...
La puerta de su habitación se abrió y Gwen asomó la cabeza, sonrió cuando miró hacia la cama y se dio cuenta de que An ya estaba despierta. Cruzó la habitación, subió a la cama, y se abalanzó sobre ella para abrazarla y desearle un feliz cumpleaños, todo eso en menos de un segundo.
—Gracias... —dijo An cuando ella la soltó, ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar y devolverle el abrazo, pero a su hermana no pareció importarle—. ¿Qué haces despierta tan temprano?
—Es que no podía seguir durmiendo, así que me puse a revisar los bolsos para estar segura de que no se nos olvida nada importante —explicó, y acto seguido tomó una bolsa, de la que An no se había percatado hasta ese momento, y se la tendió—. ¡Ábrelo!
An abrió la bolsa y sacó una chaqueta de cuero en color bordó.
—¡Gracias! ¡Me encanta! Es más, creo que me la pondré hoy mismo —aseguró con una sonrisa.
—¡Sabía que te gustaría! Y quería ser la primera en saludarte, dime, ¿lo logré?
An sacudió la cabeza de un lado a otro.
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Alianza de sangre
FantasyDiez años atrás, ellos fueron enviados al mundo humano, donde estarían a salvo. Los recuerdos de todo lo vivido en su mundo fueron escondidos para que ambos pudieran llevar una vida normal. En ese entonces, Anayra y Lev eran solo unos pequeños, uni...