Al cruzar la puerta, An se quedó bastante sorprendida. Las paredes de la habitación eran blancas, en contraste con la moqueta gris oscuro del suelo, y estaban casi vacías. Nada de fotos, ni cuadros, o pósters de bandas, películas o cualquier otra cosa, como modelos semidesnudas o algo parecido. La cama con cajones, que parecía haber sido tendida de forma muy meticulosa, estaba pegada a la pared de la izquierda, y frente a los pies de la misma había un sofá de cuero negro, donde solo reposaba su mochila.
El escritorio de la computadora, así como el armario y la pequeña mesa de luz también eran de color negro. Y las tres hileras de estantes ubicados por encima del escritorio y el sofá estaban repletos de libros, y An podría haber jurado que de seguro se encontraban ordenados alfabéticamente, también vio uno sobre la mesa de noche junto a la lámpara.
Se había imaginado que Lev era ordenado y pulcro, pero no a ese nivel. Ni siquiera había zapatillas o ropa tiradas por ninguna parte, ni colgando de la silla de oficina, y tampoco sentía ningún olor extraño. De hecho, olía a lavanda, como él.
—Vaya, sí que eres ordenado —musitó ella, acercándose al escritorio que tenía a su izquierda. Pasó un dedo por la superficie y luego lo miró. Ni una partícula de polvo—, y limpio... Dime la verdad, ¿tu mamá limpia tu habitación, cierto?
—No, lo hace él, y todos los días —aseguró Jake—. Tiene un problemita con eso, quiere todo limpio y ordenado, a veces es insoportable.
—¿Y qué tiene de malo querer que todo esté en su lugar? —preguntó Lev.
—Que siempre me regañas si desordeno algo.
—Sí, porque me lo haces a propósito —le reprochó, y luego miró hacia ella y Gwen—. Pueden sentarse en el sofá o la cama —ofreció.
Sin embargo, Gwen se sentó en el suelo junto a Jake, y An decidió hacer lo mismo. Lev se sentó en el borde de su cama.
—Bueno, ya podemos empezar —dijo An—. Deberíamos ver cuándo nos iremos, no sé qué opinan ustedes, pero yo creo que en dos meses estaría bien.
En realidad, a ella le habría encantado irse en dos semanas, cuando su brazo estuviera por completo sano, y sola. No soportaba pensar en que su madre estaba encerrada en una sucia mazmorra, y quería sacarla de allí lo más pronto posible. Cada día se levantaba sintiendo el impulso de tomar su auto y largarse sin decir nada a nadie, pero no podía hacer eso. Volver a Anraicht sola sería estúpido, un acto suicida. Según Leyre, Muirgheal tenía a su mando a cientos de esos soldados zombies, y en cuanto pusiera un pie allí comenzarían a buscarla. No había manera de que pudiera hacerlo sola.
—Umm... Hoy es diez de octubre, ¿así que quieres que nos vayamos el diez de diciembre? —preguntó Jake, echándose los mechones de cabello que le caían sobre la frente hacia atrás.
—Podríamos esperar unos días más y pasar navidad aquí —sugirió su hermana.
—Es verdad, en caso de que... —Lev guardó silencio e hizo una mueca—. Ya saben...
—Sí, en caso de que nos maten —soltó An, que ya tenía ese detallito más que asimilado, y si ellos planeaban ir debían hacerse a la idea también—. Así que bien, ¿un día después de navidad entonces?
Todos asintieron.
—¿Y qué hay de las espadas? ¿Cuándo aprenderemos a usarlas? —quiso saber Jake.
—Cuando mi brazo sane, así Matt no tendrá que enseñarles él solo, mientras tanto sigan con lo otro. Vi que lo están haciendo muy... —An se interrumpió al oír la puerta.
—¡Hola! —saludó alguien con voz de mujer. Cuando miró por encima del hombro, An se encontró con una chica bastante guapa, de cabello castaño y ojos del mismo azul claro que los de Jake—. ¡Oh, por dios! ¡Hay chicas en tu habitación, Lerd! ¡Chicas! ¡Ya era hora! ¡Muy bien! —exclamó con entusiasmo y una nota de burla en la voz mientras miraba a Lev.

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Alianza de sangre
FantasyDiez años atrás, ellos fueron enviados al mundo humano, donde estarían a salvo. Los recuerdos de todo lo vivido en su mundo fueron escondidos para que ambos pudieran llevar una vida normal. En ese entonces, Anayra y Lev eran solo unos pequeños, uni...