Capítulo 7

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Había árboles por todas partes, de troncos tan altos y anchos que la hacían sentir demasiado pequeña. Se encontraba caminando entre ellos, con alguien andando delante de ella. Por lo que An podía ver, se trataba de un chico.

—¿A dónde vamos? —Oyó preguntar a alguien y, por la voz, supuso que se trataba de una niña pequeña. Intentó girar para ver dónde se encontraba, pero se extrañó al notar que no era capaz de hacerlo.

El chico se detuvo y se dio la vuelta. Era un adolescente de trece o catorce años, no lucía tan alto, tal vez un metro sesenta, lo que era menos que su estatura, pero incluso así él parecía más alto que ella. 

—A ninguna parte, solo es un pequeño paseo —respondió él, mirándola como si fuera ella la que hubiera hecho la pregunta, acto seguido, sus ojos color gris se posaron en algo detrás de An—. Lev, date prisa.

«¿Lev?»

Al oír ese nombre, An intentó dar la vuelta una vez más, pero le fue imposible.

—Quiero volver —dijo una voz, y esta vez An fue capaz de voltear para ver quién había hablado. A su derecha se encontraba el niño de su otro sueño, la versión pequeña del Lev que acababa de conocer. Se dio cuenta de que su mirada estaba a la misma altura que la suya, lo cual se le hizo muy raro porque él parecía tan solo un niño de unos ocho años—. Cuando nuestro padre vea que no estamos va a mandar a todos a buscarnos y...

—Primero van a revisar todo el castillo y la ciudad, eso les llevará tiempo y vamos a estar de vuelta antes de que se den cuenta que salimos al bosque. Ya deja de ser tan miedoso —dijo el chico de mala gana.

—¿Y si empiezan a buscar por el bosque primero? —Era la voz de la niña otra vez, pero tal como lo había hecho antes, el chico clavó la mirada en ella.

—No lo harán, y si quieren volver pueden hacerlo... —dijo él—, pero solos, no crean que voy a acompañarlos —agregó con un tono de malicia, luego se dio la vuelta y siguió caminando.

An se movió unos pasos hacia adelante, se detuvo y entonces volteó. 

—Vamos, no podemos volver solos... —Era la voz de la niña, pero no había nadie más, solo veía al niño que al parecer era Lev, o al menos así era como lo había llamado el otro chico.

Un brazo se extendió hacia él y cuando An bajó la vista notó que era el suyo, pero también lucía como la mano de una niña pequeña. Lev sonrió y la tomó. 

—Quisiera que mi hermano fuera más amable, así como tú...

Unos fuertes golpes en la puerta la despertaron. Por lo general, nunca cerraba su puerta con llave a menos que fuera fin de semana, de ese modo evitaba que Gwen la levantara temprano. Aunque a juzgar por los golpes, seguro ya no era tan temprano. Con toda la pereza del mundo, An se levantó, caminó hacia la puerta, hizo girar la llave y volvió a tirarse en su cama.

Oyó la puerta abrirse a sus espaldas. 

—Al fin, espera... ¿Piensas seguir durmiendo? —preguntó Gwen mientras ella se acomodaba en la cama nuevamente. Asintió y su hermana la miró como si eso fuera algo malo—. Son casi las dos...

—¿Las dos? —preguntó con incredulidad. Eso era tarde hasta para ella, pero de todos modos no sentía deseos de moverse.

Gwen se acercó a la cama y se sentó en el borde. 

—Sí y habías dicho que hoy iríamos a conocer un poco este lugar.

—Ya, ya, lo sé, pero dije después de las cinco y son las dos así que...

Alianza de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora