Capítulo 38

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Por primera vez en su vida, Lev sentía verdaderos deseos de acabar con la vida de una persona.

No era algo que lo hiciera sentir orgulloso, ni mucho menos feliz. Al contrario, estaba decepcionado y enojado consigo mismo por querer despedazar al zanahoria ese. A simple vista, Francis no parecía un mal tipo, y ya le había quedado más que claro que le hacía bien a An. No estaba haciendo nada malo, era una persona inocente. Y querer matar a un inocente iba contra sus propios valores y códigos morales, por los cuales se había regido durante toda su vida.

Y aunque sabía que estaba mal, no podía controlar su ira cada vez que recordaba que Francis iría con ellos. Incluso había pensado en fracturarle una pierna o un brazo para que no pudiera viajar, lo haría utilizando su magia, por supuesto, así nadie sospecharía que había sido su culpa. Los accidentes ocurrían todos los días, a cada minuto. Sin embargo, las veces que había estado a punto de hacerlo, recordaba las palabras de An, y eso se lo impedía.

«Lo necesito. Si nuestro plan sale mal, necesito que Francis se encargue de traer a Gwen de regreso. Mau podrá cuidarla, pero no puede atarla y obligarla a regresar, él sí», les había dicho a Jake y a él luego de enviar a su hermana a la cocina con la excusa de buscarle algo de comer.

De manera que no tenía opción, debía permitir que fuera con ellos.

Lev pasó su último día allí con sus padres y la familia de Jake, celebrando la navidad e intentando estar de buen humor. Pese a que An les había dicho que sus padres adoptivos y Matt planeaban volver a Anraicht y seguramente los volvería a ver, él les había dejado una breve carta de despedida.

Salieron poco antes del amanecer, él y Jake en su auto por un lado, y An en el suyo con su hermana y Francis. Pensaba evitarlo todo lo que le fuera posible, pero aun así se sentía irritado de solo pensar en que iba a verlo más de lo que habría preferido.

—Juro que si tengo que verlos tomados de la mano o besándose, lo envío con los ogros o le ordeno a Mau que se lo coma —masculló Lev durante el camino.

—¿Te das cuenta de que estás celoso de tu her...?

—¡Que no lo digas! —bramó Lev, dándole un golpe con la palma al volante—. Y no estoy celoso, Jake. ¡No debo estar celoso de ella! Así que no lo estoy, ¿de acuerdo?

Jake asintió en silencio.

—No debes, pero lo estás —dijo el rubio al cabo de un rato—. Deja de negarlo, ni tú te lo crees...

—¡Es que no está bien! —repuso. Seguir teniendo esa clase de sentimientos por An también iba contra sus principios.

—No, no lo está —concordó su amigo—, pero yo creo que solo es cuestión de tiempo. Ya se te pasará, y comenzarás a verla como lo que es.

—¿Y si no se me pasa? ¿Entonces qué? ¿Significa que soy un enfermo? ¿Un maldito pervertido? —comenzó a decir con atropello.

—¡No! Claro que no eres eso, hombre. Tú tranquilo —le dijo Jake, palmeando su hombro—. El incesto no está bien, no es algo normal, de hecho es bastante retorcido... —Lev apartó la vista del camino por un segundo para darle una mirada de "no estás ayudando"—. Bueno, ya, lo siento, pero bueno, veámoslo así, tú te enamoraste de ella antes de saber que era tu hermana, y cuando te enteraste te alejaste, así que técnicamente no eres un enfermo incestuoso.

—Ahora no, pero si pasa el tiempo y la sigo viendo de otro modo entonces sí lo sería —replicó Lev. Jake se mantuvo en silencio, como dándole la razón, lo cual lo hizo sentir peor.

—Mira, lo que deberías hacer es intentar desenamorarte de ella —aconsejó Jake tras un par de minutos.

—¿Y eso cómo se hace?

Alianza de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora