Capítulo 40

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Tras detenerse frente a las puertas de la ciudad, Lev contempló en silencio las altas murallas de piedra gris que se alzaban delante de él, y tras las que se hallaba el castillo en el cual había nacido y vivido durante ocho años. Y a pesar de que su infancia allí había sido de lo más placentera, no se sintió para nada feliz por regresar. Al contrario, lo embargó una profunda sensación de nostalgia de solo pensar que Tzaikhar ya no era su hogar, que esas tierras, antes gobernadas por su padre, ahora muerto, le pertenecían a alguien más, y que aquel castillo se había convertido en la prisión de su madre. Aparte de ella, ya no quedaba nada en ese lugar para él.

En las puertas había apostados dos guardias, que, a juzgar por su gran contextura física y los relucientes broches de plata con la forma de un dragón que adornaban sus petos, debían ser guerreros Krymkhar. Ambos se tomaban unos buenos segundos para observar de pies a cabeza a todos los que cruzaban las puertas a pie, y detenían a los que iban en carromatos para poder registrarlos antes de dejarlos pasar. Él y Jake cruzaron sin problemas, gracias a su pequeño cambio de apariencia. Por otro lado, Gwen, Francis y Mau se habían quedado fuera, él los había enviado a que los esperaran en la linde del bosque que se extendía frente a la ciudad. Si las cosas salían mal, lo mejor era que Gwen estuviera lejos, eso habría preferido An.

—¿Y ahora qué? —preguntó Jake. Lev se había detenido fuera de una tienda de zapatos, la cual en esos momentos se encontraba cerrada—. ¿Cómo vamos a encontrar a An? Deberíamos haber traído a Mau, él...

Lev hizo un gesto con la mano, como para que guardara silencio, y cerró los ojos, tratando de poner la mente en blanco, de ignorar el ajetreo que reinaba a su alrededor y los gritos de los comerciantes, para así centrarse solo en An. Necesitaba verla, tal como lo había hecho la noche en la que había matado a aquellos dos tipos del callejón. Necesitaba saber en dónde se encontraba, constatar que quien se la había llevado era Kier, y no alguien más. Si estaba con Kier corría peligro, porque la llevaría ante su madre y eso significaba la muerte, pero si estaba con alguien más... Con alguno de esos tipos que andaban detrás de la recompensa, antes que la muerte podían esperarle cosas peores...

Lev sintió una súbita desesperación de solo imaginárselo. Sacudió la cabeza, e intentó concentrarse una vez más, pero no fue necesario. La sensación de miedo que lo había embargado pareció ser suficiente motivación, y, de un segundo a otro, se encontró de pie frente a una cama, y recostada en ella estaba An. Seguía inconsciente y sus manos estaban atadas con una cuerda, que a su vez estaba atada a uno de los postes de la cama. Aquello lo llenó de alivio, y también lo hizo reír, la había visto abollar un casillero, romper el picaporte de una puerta, y le había arrancado el brazo a un hombre. Una simple cuerda no iba a retenerla en ese lugar cuando despertara.

—Todavía me cuesta creer que tu madre haya aceptado hacer ese acuerdo contigo, aunque no entiendo por qué aún no le ha dado fin a esa cacería, ¿para qué seguir con todo eso si tú ya le prometiste llevársela?

Lev miró por encima de su hombro, en dirección a la voz que acababa de oír. Junto a una ventana, sentados alrededor de una pequeña mesa, se hallaban dos hombres, un rubio de gran porte que en cierta forma le resultaba familiar, y un idiota de cabello azabache al que se le antojó partirle la cara nada más verlo.

—Mi idea le parece una mierda, solo aceptó porque cree que no seré capaz de cumplir lo que prometí —dijo Kier con una sonrisa desprovista de humor—, y si no detiene la búsqueda es porque espera que sea alguno de esos idiotas quien la encuentre antes, a ella y a él, para así poder matarlo. 

El rubio tomó la jarra que estaba en medio de ambos y comenzó a llenar su vaso con gesto pensativo.

—Ya sabes lo que pienso al respecto, así que no voy a repetirlo. Espero que tengas suerte con ella —dijo, echándole una rápida mirada a An mientras bebía—. ¿Crees que querrá escucharte? No fuiste... lo que se dice, un buen hermano mayor...

Alianza de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora