—¿Quién primero?
—Yo lo hago —contestó él mientras despegaba la espalda de la corteza del árbol. Se sentía nervioso, pero había sido su idea y no iba a echarse atrás justo en ese momento.
—¿Seguro? Puedo intentar yo primero si tienes miedo —ofreció ella de pie frente a él.
—No tengo miedo.
Lev se puso de cuclillas junto a una raíz y comenzó a hurguetear dentro de una bolsa marrón que había en el suelo. Segundos más tarde se puso de pie sosteniendo una daga en la mano, la cual desenvainó con sumo cuidado. También sacó un pequeño frasco, y se lo tendió a An.
—No tenemos que hacerlo solo porque nuestras madres lo hicieron...
—Tenemos que hacerlo si queremos seguir siendo amigos para siempre como ellas —repuso él con mucha seguridad.
—Eso no es cierto, seguiremos siendo amigos para siempre aunque no lo hagamos.
—No... —Lev arrugó el rostro en una mueca de molestia—. Te vas a casar con Kenneth y te irás a Selgair, y tal vez no volvamos a vernos nunca más —musitó, bajando la mirada y pateando una pequeña piedra junto a su pie.
An resopló con desdén, y fue a sentarse sobre una de las raíces que sobresalían del gran árbol junto al que se encontraban.
—Faltan muchos años para eso...
—No —soltó él una vez más con enfado—. Oí a mi padre hace unas noches mientras hablaba con tu madre, le dijo que en unos meses tú y ella se irían a Selgair, y que ya lo había acordado así con el Señor Seidler... —Lev hizo una pausa al ver el ceño fruncido de An, y luego, apenado, agregó—: También lo escuché decir que no le gusta que pasemos mucho tiempo juntos, dijo que no está bien o algo así.
—¿Y por qué no está bien? —preguntó ella, luciendo tan confundida como molesta.
Lev se encogió de hombros.
—No lo sé, pero no importa lo que él diga, voy a convencer a mi madre para que no tengas que irte, ella tampoco quiere que te vayas y te cases con el tonto de Kenneth —dijo con un poco más de ánimo, consiguiendo sacarle una sonrisa a ella—. Y si hacemos esto, estoy seguro de que nada nos separará.
An se puso de pie y se acercó a él.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —aseguró Lev. Apoyó la hoja de la daga sobre su palma izquierda, respiró hondo, giró su cabeza hacia un lado mientras cerraba los ojos con fuerza, y entonces dejó que el acero se deslizara a lo largo de su mano. No era un corte tan profundo, y a pesar del dolor que estaba sintiendo, hizo todo su esfuerzo para no quejarse—. Tu turno —dijo, tendiéndole la daga a An.
Ella la tomó y a cambio le entregó el frasco ya abierto. A diferencia suya, An no apartó la mirada al hacer el corte en su mano, pero un pequeño siseo de dolor escapó de sus labios. Cuando terminó lanzó la daga al suelo y se apresuró a unir su mano a la de él. Lev posicionó el frasco justo por debajo de sus manos, para que la sangre que goteara cayera en su interior.
—¿Recuerdas las palabras? —preguntó Lev.
Ella hizo un asentimiento, y entonces sus voces se unieron para pronunciar las siguientes palabras:
—Juntos hasta en la muerte.
—¿Y si tu madre no logra convencer a tu padre para que me quede? No quiero irme... —susurró ella con pesar—. Allá estaré sola, ya no sabré cuándo estás bien o mal y entonces no podremos defendernos el uno al otro como lo hacemos ahora, y tampoco vamos a poder hablar todos los días...
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Alianza de sangre
FantasyDiez años atrás, ellos fueron enviados al mundo humano, donde estarían a salvo. Los recuerdos de todo lo vivido en su mundo fueron escondidos para que ambos pudieran llevar una vida normal. En ese entonces, Anayra y Lev eran solo unos pequeños, uni...