Capítulo 11

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—¿Y bien? ¿Seguro que nada?

—Muy seguro —respondió Lev con voz cansina—. ¿Vas a seguir preguntando lo mismo cada cinco minutos? Porque estoy intentando poner en orden mis ideas, y no me dejas concentrar... Si oyera tu voz en mi cabeza otra vez te lo diría, ¡ahora deja de preguntar y dame unos minutos!

An le lanzó una mirada poco amistosa, pero él no llegó a verla. Seguían en su dormitorio; Lev sentado en el suelo con la espalda apoyada en la mesa de luz, y ella acostada boca arriba, con el cabello oscuro colgando por el borde lateral de la cama y casi rozando los pies de él.

—Intenta ponerlas en orden en voz alta, a ver si eso ayuda —le sugirió. La idea de que alguien pudiera leer sus pensamientos la hacía sentir indefensa, y eso a su vez la ponía nerviosa. Estar en silencio cuando se encontraba así no era de mucha ayuda.

A Lev no pareció gustarle la idea, pero al cabo de unos segundos dijo:

—Está bien, lo intentaré. Mira, yo solo te oí una vez, y tú a mí dos, ¿cierto? —An asintió, y luego giró hasta quedar boca abajo y apoyó el mentón sobre el dorso de la mano. De la otra forma tenía que girar y estirar el cuello para verlo, y éste ya comenzaba a dolerle—. Bien, y en esas ocasiones ambos estábamos como... como imaginando decirle algo al otro, pero sin atrevernos a decirlo en voz alta, ¿o no? Me refiero a que hace rato, cuando me golpeé y te oí decirme bruto, tú estabas pensando en decirme eso... No lo hiciste porque tu madre estaba del otro lado y podría haberte oído, pero de no ser así, ¿me lo habrías dicho en voz alta, cierto?

Ella asintió una vez más. 

—Lo habría hecho, no lo dudes.

—Bueno, fue lo mismo en mi caso, esas dos veces que me oíste yo pensaba decírtelo, pero no llegué a hacerlo, así que... —Hizo una pausa, y An supuso que todavía seguía ordenando bien sus ideas—. ¿Y si solo oímos lo que el otro quiere que oigamos?

—¿Tú crees?

Lev se encogió de hombros. 

—Podríamos hacer un intento. Dime algo, pero no en voz alta, solo piénsalo...

An ya tenía varios insultos acumulados para él desde que lo había conocido, y aunque ya había empezado a caerle un poquito mejor, decidió aprovechar esa oportunidad para decírselos, tal vez la oiría, o tal vez no...

—Gracias, eres tan adorable... —dijo Lev con un tonito irónico cuando ella apenas iba por la mitad.

An rió entre dientes.

"Bruja venenosa".

Todo rastro de diversión desapareció de su rostro y fijó sus ojos en Lev. 

—¿Querías que oyera eso? —Él asintió, parecía estar regodeándose en silencio—. Por esta vez te lo dejo pasar, pero solo porque tengo una pregunta importante; ¿crees que podríamos ser capaces de transmitir nuestros pensamientos a otras personas, además de a nosotros?

—No lo sé..., y ¿con qué propósito lo utilizarías si fuera posible? —preguntó con un deje de desconfianza.

—Bueno, pensaba que sería divertido poder hablar en la mente de otra persona, asustarla, o hacerte pasar por su conciencia y pedirles que hagan cosas estúpidas o rar...

—Estás loca —la cortó Lev y, a pesar de que su ceño estaba arrugado, en su mirada no percibió ningún tipo de reproche o molestia. La observaba como cuando...

De repente su mente se vio asaltada por cientos de imágenes borrosas, al tiempo que un horrible dolor de cabeza se apoderaba de ella. Se llevó ambas manos a la cabeza, cerró los ojos con fuerza, y tuvo que apretar los dientes para no dejar escapar ningún grito de dolor. Jamás había sentido nada igual, y estaba segura de que no podría soportarlo por mucho más tiempo... Oyó a Lev decir su nombre y sintió una mano cerrándose en su antebrazo antes de que todo se tornara negro.

Alianza de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora