La oscuridad que cubría los ojos de Deirdre desapareció luego de un parpadeo, indicando que había salido del trance en el que entraba cada vez que se comunicaba con sus muertos. Al ver la expresión de seriedad en su rostro, Kier supo que tenía malas noticias. Al menos para su madre.
Deirdre tomó una respiración profunda antes de fijar su mirada en Muirgheal, que estaba sentada al extremo de la mesa con la impaciencia reflejada en cada una de sus facciones.
—Duncan solicita más hombres —informó Deirdre con un tono amargo—, pero de los suyos, mi reina. No míos.
Kier reprimió una sonrisa.
—¿Te refieres a que quiere guerreros Krymkhar? ¿Qué pasó con todos los muertos esos que enviaste? ¿Se volvieron a morir? —preguntó él con socarronería.
La molestia en el rostro de Deirdre se acentuó, pero se mantuvo en silencio.
—Enviamos a dos guerreros Krymkhar a custodiar la cabaña de la bruja esa ayer, dos guerreros puros que valen por veinte humanos —le recordó su madre a Deirdre—. También enviaste casi un centenar de muertos a vigilar las aldeas y alrededores del portal...
—Los que custodiaban el portal y patrullaban los alrededores ya no existen —interrumpió Deirdre—. Solo quedan los que vigilan las aldeas más cercanas.
La mirada gris de Muirgheal se endureció.
—¿Y los dos guerreros? ¿También están muertos?
—No, pero Duncan los halló esta mañana inconscientes frente a la cabaña de Leyre, y al despertarlos ninguno sabía qué había ocurrido, ni tampoco recordaban qué hacían allí ni cómo habían llegado a ese sitio.
—¿Así que no recuerdan nada? —inquirió Muirgheal, apretando la copa que sujetaba en una mano.
—Al parecer sus recuerdos están intactos, a excepción de los recuerdos del último día. Según las palabras de Duncan, lo último que recuerdan es que se encontraban aquí, en la ciudad, bebiendo en El Dragón Negro —explicó Deirdre, intercambiando una extraña mirada con su madre, que ahora no solo se veía molesta, sino también preocupada.
—¿Cómo es eso posible? —cuestionó él al ver que ninguna de las dos parecía tener intención de seguir hablando—. No conozco a ninguna bruja o brujo que pueda hacer eso, a excepción de Arleth. Ni siquiera tú que eres más poderosa que ella has conseguido hacer algo como eso.
El comentario no fue del agrado de su madre, que apretó los labios y lo miró de mala manera.
—¡No lo sé! —masculló molesta, y volteó a ver a Deirdre—. No sé a qué están jugando con eso de venir a este mundo e irse día tras día, pero envíale a Duncan todos los hombres que quiera, y no solo eso. Encárgate de que cada habitante de Tzaikhar los busque, ofrece una recompensa por ellos, oro, títulos, lo que sea.
—No tienes un retrato de ellos, solo sus rasgos más característicos, así será difícil que los capturen... Te traerán a cualquiera que cumpla con esas características físicas, ¿te das cuenta de lo que eso significaría? —preguntó Kier—. Uno de nuestros mejores guerreros en entrenamiento tiene cabello castaño y ojos verdes, una de las prostitutas con las que se acuesta Harvey tiene el cabello negro y los ojos casi grises, y estoy seguro de que hay muchos más como ellos a lo largo de estas tierras. Cientos de personas inocentes serán capturadas en vano, será un caos. La gente se molestará, vendrán a hacer reclamos, o peor, se alzarán en nuestra contra. ¿Eso quieres?
—Que lo intenten —dijo su madre sin darle importancia, y le dio un sorbo a su vino—. Ve a hacer eso que te ordené, Deirdre.
Ella asintió, se levantó, y se despidió con una pequeña reverencia. Kier también se puso en pie, pero a diferencia de ella no dijo nada, ni mucho menos hizo una reverencia.
ESTÁS LEYENDO
Alianza de sangre
FantasyDiez años atrás, ellos fueron enviados al mundo humano, donde estarían a salvo. Los recuerdos de todo lo vivido en su mundo fueron escondidos para que ambos pudieran llevar una vida normal. En ese entonces, Anayra y Lev eran solo unos pequeños, uni...