Sugar Plum Fairy

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Me despierto llena de energía destinada a no hacer nada, y veo el estropajo de cabello que me cargo. Me miro en el espejo un poco más de tiempo de lo usual. Ahora que lo veo, parece más bien como un brócoli de color negro.

Como sea, después de ver eso, voy a necesitar un buen baño. Abro la puerta del cuarto, y lo primero que veo es a Toncho, esperándome sentado junto al sillón. 

Le sirvo un poco de comida en su plato, y me cercioro de que tenga suficiente agua.

—Buenos días —dice mi madre. También tiene el cabello enmarañado.

—Hola —camino a la cocina, y veo que tiene agua hirviendo.

—Toma —me ofrece una taza—. Tómatelo.

No pregunto qué es; huele demasiado bien como para tener un sabor amargo. 

Al primer trago, siento cómo mi estómago se calma, se relaja. Me sonríe, y correspondo apenas un poco. Cuando sonrío, siento algo extraño en los cachetes.

—¿Vendrás conmigo al trabajo? —me pregunta, acariciándome un poco el cabello. Asiento con la cabeza.

—Me voy a bañar —digo.

—Eso me parece excelente.

Terminando de bañarme, analizo el clima. Tengo suéteres más gruesos y calientes que otros, pero, estaré todo el día en el trabajo de mi mamá, y el clima no se ve muy prometedor a mis ojos. Finalmente, después de casi pensármela diez minutos, opto por un suéter gris, que es mas bien como una sudadera ligera.

Oh, por Dios, cómo adoro las sudaderas.

—Ya vámonos —dice mi mamá, envolviéndose una bufanda en el cuello—. ¿Llevas todo?

Asiento con la cabeza. Me tiento el bolsillo trasero del pantalón para asegurarme de que llevo mi teléfono. No necesito más.

—¿Pondrán música hoy? —le pregunto. A veces suelen ponerla en todo el lugar.

—Creo que sí —responde—. Hoy es domingo.

Me regreso a mi cuarto, tomo mis audífonos y me los cuelgo en el cuello.

—Listo, vámonos —me sonríe.

Busco a Toncho, y le hago una última caricia antes de irme.

Después de cerrar todo con llave, bajamos las escaleras y atravesamos el recibidor. 

El portero nos dice adiós con la mano. 

Veo a mucha gente caminando, los árboles verdes, verdes, el cielo azul a morir, y el calor a más no poder. Por eso me gusta bajar la ventana durante la mañana; los rayos solares no son tan fuertes, y se siente agradable durante unos minutos.

Nos detenemos en un semáforo rojo, y veo por el rabillo del ojo, que las tiendas comienzan a llenarse de ropa destapada y veraniega. 

Es decir, yo todo el año uso suéteres, salvo en primavera y verano, que es cuando usualmente uso chamarras—sudaderas; el calor suele ponerse insoportable en estos días.

Para cuando por fin llegamos a la pista, me apresuro a ponerme mis patines y a poner mi música, porque una vez que me pongo los audífonos, ya nadie me saca de ahí; la música que escucho me hace sentir como si estuviera dentro de alguna película, y es que estoy tan acostumbrada a hacerme fantasías y a querer pensar que puedo hacer cosas que las protagonistas de las películas hacen, que termino decepcionándome de la vida.

Y después de eso, me doy cuenta de que vivo en el mundo real.

—¿Qu...?

Cuando menos me espero, la pista ya está llenándose de gente. Hoy es domingo; casi a partir de medio día, es cuando más se aglomera. Y digo, con este calor, ¿quién no?

Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora