Ping Pong

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—Eh, Rubius, ¿hay planes para hoy?

Cheto entra al cuarto, enciende la luz, y apenas me ve, grita como niña.

—¡Aaahh!

Tengo lagañas, los ojos llorosos, el cuerpo sudado, mocos embarrados en la almohada y en toda la nariz y la cara hecha un verdadero horror.

—Creo que tengo gripe...

Estoy mormado, hablo con un acento extraño. ¿Pero cómo me enfermé? ¿Habrá sido el helado? No recuerdo haber hecho algo fuera de lo normal.

—Ayer llegaste algo drogado —me toca la frente para revisar la fiebre.

—No me acuerdo de mucho... —incluso hasta me duele la cabeza—. Sólo que tomé un té.

—Mencionaste a Alejandra —se sienta en mi silla y comienza a dar vueltas sobre sí—. Tuve que llamarla para preguntarle con qué te había envenenado.

—¿Cómo la contactaste? —de pronto un ataque de nervios me invade.

Señala mi teléfono. Una rápida imagen de Ale entrando a mi cuarto y lanzándome fuego por la boca llega a mi cabeza; Cheto no debió haberla llamado. Va a creer que... que... ¡que no lo sé! ¡Pero se va a molestar! Esto es malo, mucho. ¡Voy a morir!

—¿Qué te dijo? —me incorporo de golpe, pero Cheto me detiene—. ¿Qué le dijiste tú?

—Sólo me dijo que no te había drogado.

Sonríe de manera pícara y luego me vuelve a empujar para recostarme, me cobija y acto seguido, me alborota el cabello.

—Tranquilo —camina fuera de la habitación—. No dije nada indebido.

Antes de cerrar la puerta me hace saber que todavía no tengo correspondencia. Por alguna extraña razón, mi obsesión con esa chica ha disminuido, pero tengo mis motivos. Me encargaré de encontrarla yo mismo y de agradecerle. Pero por ahora, sólo me encargaré de concentrarme en recuperarme de esta gripe.

Mia —veo cómo se trepa a mi cama—, ven, necesito amor.

Camina hacia mí y se acurruca a un lado mío. Tengo mucho sin darle un baño, y también necesita una cepillada para suavizar su cabello. Pero me siento mal, y... mis pulmones están sensibles ante cualquier olfato.

—¡Ssss! —una punzada de dolor me recorre la cabeza—. ¡Ah, fuck!

Joana. Joana entrando a mi cabeza. ¡Duele! ¡Ah! ¡Este olor me está matando! ¡Duele! ¡Aaah! ¿Pero qué es esta sensación? Mi nariz arde, y mi pecho también...

No. No puede ser.

—Rubius —dice Cheto, entrando a mi cuarto—. Tienes visitas.

Oh, no. No. No. Nononononono. Que no sea—

—Es Joana —su voz resuena en mi cabeza como el eco de una campana—. Está buscándote.

No respondo. Siento una especie de dolor atravesándome el cuerpo; no puedo concentrarme bien. No puedo pensar bien y mi mente no... Mi mente procesa las...

¡Mi mente ha dejado de trabajar!

—Está en la sala —dice—. ¿Qué hago?

—No —digo, nervioso—. No, no. ¿Dónde...? Ella, está... ¿Qué coño?

Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora