Después del mensaje de Rubén, no recibí ningún otro.
Mamá ha ido a trabajar desde temprano, y ya me ha llamado para recordarme que debo darle de comer al gato, y que le apague a los frijoles en quince minutos. Ayer dormí hasta tarde para dejar todo limpio, y dedicarme toda la mañana a dibujar y a seleccionar fotografías. Mi perfil de Tumblr se verá bastante bonito con las ideas de proyectos que tengo en mente.
¿Por qué no me ha mandado mensaje, o, llamado? ¿Estará muy ocupado? ¿Por qué me siento tan estresada y perturbada y, ansiosa? Debería hablarle, e invitarle yo a salir. Pero, ¡él dijo que invitaría a una chica al cine! Eso lo hace más sospechoso.
No puedo contener los nervios. No puedo con tantas emociones al mismo tiempo.
—¿Hola?
—¡Rubén! —digo, cantando, apenas escucho su voz—. ¡Hola! Uhm, ¿cómo estás?
—Bien,gracias—ríe, un tanto nervioso—. ¿Y tú? ¿Sucede algo?
Escucho voces de fondo, demasiadas, y bastante ruido, como si estuviera en un lugar bastante recurrido.
—Uhm, ¿estás... ocupado?
—Algo—responde, titubeante—. Estoy con Joana. Venimos al cine, ¿por?¿Necesitas algo?
...
¡¿QUÉ?!
—¿Al cine...? —intento esconder la clara confusión y sorpresa de mi voz, pero, al final renuncio—. Oh, qué bien. Uhm, entonces te llamo luego.
Un golpe, una apuñalada por la espalda justo cuando más creí que lo tenía todo bajo control. Todo asegurado.
—¿Segura? —su tono de pronto cambia, a uno que demuestra interés y preocupación—. ¿Estás bien?
Su voz de pronto ya no me parece agradable, o, linda. Ahora, sólo, me parece dolorosa.
—Sí —digo, fría, seria—. Bueno, adiós.
Cuelgo.
¿Pero qué demonios? ¡Todo este tiempo estuvo refiriéndose a Joana! ¡A pesar de todo lo lindo que hice por él, de todas las cosas que pasamos juntos en París, y de compartir con él la parte linda que tengo! ¡¿Así me lo agradece?! ¡Nunca tuvo intenciones de quererme! Todo este tiempo sólo fui una amiga más para él, y, a pesar de que esperaba con ansias que me dijera que me quería, ya no.
Ya no más.
Si no quería nada serio, no debió... no debió haberse portado así conmigo. No debió haberme hecho creer que... que le importaba, más allá de una amiga. Un nudo comienza a formarse en mi garganta; estaba equivocada respecto a él. Sus sentimientos no han cambiado. No soy ni siquiera rival para Joana, y, no puedo ser como ella para gustarle a Rubén.
Espera. No.
No voy a empezar a compadecerme de mí. No voy a llorar. Esta es una clara lección de lo que sucede cuando confías en las personas. No voy a cambiar para gustarle a nadie; no voy a cambiar quien soy para complacer a alguien. No voy a ceder ante la tristeza, porque mi enojo resulta más reconfortante; alimenta tremendamente a mi orgullo.
Y, aunque esto me haga quedar mal, y, hasta cierto punto avergonzada, debo seguir adelante.
Debo encontrar una forma de controlar lo que siento, de, suprimir esta impotencia. Odio correr. Todo mundo sabe eso, pero, si debo hacerlo para cansarme y, distraerme, lo haré.
(πーπ)
Recorrí desde los jardines de Lepanto, hasta la otra orilla de los jardines del Cabo Noval, cruzando por el monumento a Felipe IV, y, técnicamente, abarcando el área de la plaza Oriente. Los primeros cinco minutos, siento que el corazón se me sale del pecho; los pulmones me arden, y siento una necesidad de descansar tremenda, por lo que, tomo asiento sobre una zona sombreada para hacer ejercicios de respiración.
Mis piernas se sienten cansadas, mi cuerpo agotado, pero, por otro lado, siento mi mente más activa. Cuando cierro los ojos, soy capaz de escuchar varias conversaciones al mismo tiempo, de sentir que el aire me acaricia los brazos, la cara, el cuerpo. Soy capaz de sentir el cansancio recorriendo los músculos de mis piernas, siento mi respiración tranquilizarse conforme inhalo y exhalo.
Este es un muy buen ejercicio para serenarme.
—Ale —me llama mi mamá al teléfono—. ¿Dónde estás?
—Vine a correr al parque —respiro hondo—. ¿Y tú?
La postura erguida que he mantenido desde que me senté me hace reforzar la columna, provocando una sensación de esfuerzo en toda mi espalda y hombros.
—¿Correr? ¿Y eso?
—Tenía ganas.
—Bueno, yo estoy en Vips —responde, y escucho que sus tacones bajan un par de escalones—. Voy a comer algo.
—Yo ya me voy a la casa —le digo—. Me voy a bañar.
—¿Qué vas a comer? —abro los ojos, y comienzo a observar a todos lados.
Quiero un sándwich, de jamón y aguacate, con una soda italiana de frambuesa con mora azul. Sonrío, al saborear la bebida gaseosa en mis mejillas.
—Un sándwich, o, algo —indico—. Ahorita veo.
La botella de agua que había traído ya está vacía, y, a pesar de que cerca de aquí venden la soda que tanto quiero, creo poder prepararla en mi casa. Tengo los ingredientes necesarios para prepararme una jarra si quiero.
—Bueno—suspira—. Entonces nos vemos en la noche.
—Okay. Bye, ma.
—Bye.
Vuelvo a cerrar los ojos para concentrarme y, sin más, una calma me envuelve. Mi cuerpo se acostumbra a la postura, al ambiente, y la comodidad de la soledad. Por poco y, olvido lo que se siente tener momentos conmigo misma, escuchando mis pensamientos, la manera en que mi cuerpo se siente, y lo que percibe—
Podría estar así todo el día, y no habría ningún problema.
Suspiro, tratando de espantar la tristeza del pecho, y abro los ojos para mirar a los mosquitos del pasto que comienzan a picarme.
Quizá deba buscar otro lugar para meditar.
—¡No, para! —escucho, entre risas—. ¡Basta!
Cuando giro a mi derecha, veo a una pareja de chicos jugueteando; el chico abraza a la chica por la cintura, y trata de acercar sus labios a la mejilla de la chica.
—¡Que he dicho que pares! —sonríe ella, tratando de defenderse con sus brazos.
—No lo haré —dice él—. No importa lo que hagas.
Agacho la mirada, triste, quizá, y comienzo a caminar.
Yo fui quien estuvo con él cuando tenía el corazón roto, cuando se sentía deprimido. Me costó bastante tenerlo junto a mí, acercarlo, y, aún así, me asustaba dejarlo solo, porque sabía lo triste y lo mal que se sentía, pero, después de todo, a pesar de que yo sabía que él quería a alguien más, me dije a mí misma que no lo dejaría caer. Me dije que lo iba a atrapar si caía, y, de una forma u otra, logré hacer que se levantara y que, pudiera estar de pie de nuevo.
¿Y, todo, para que terminara prefiriendo a otra chica? A pesar de ser yo quien lo ayudó durante sus momentos difíciles, no sé por qué pasa esto.
Bueno, quizá sí sé, pero estoy bastante molesta como para reconocerlo.
Ahora sólo queda correr y correr, hasta que mis energías se agoten, y tenga que tomar una ducha de agua tibia y quedarme dormida en mi cama.
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Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]
Fanfic⚠️⚠️[NOVELA EN PROCESO DE REVISIONES/CORRECCIONES/EDICIONES]⚠️⚠️ Alejandra Melgar tiene muchas preguntas. ¿Por qué sus días son una rutina constante? ¿Cuándo pasará algo interesante? ¿Está conforme con su vida, o sólo ya no le importa? ¿Continúa hac...