Blank Space

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Quisiera poder decir que desperté con ganas de quedarme en casa todo el día, ver caricaturas o algún anime, o simplemente estar con Mía, pero, desde hace un par de días, se ha arrinconado en uno de mis cajones donde guardo ropa interior y pijamas. Hace menos de una hora, lo abrí, y ahí, entre un desastre sin acomodar, estaba acurrucada, hecha bolita. Se veía tan indefensa y gorda que no quise importunarle más.

Tuve que llamar a Alejandra para preguntarle unas cosas sobre los pequeños mininos, a lo que respondió por medio de un mensaje;

"Estoy en la Chocolatería San Guinés. Anexo 5. Frente al mural. Ven".

Y ahora, en este punto sin retorno, me doy cuenta de que debí haberme puesto un mejor atuendo. Huele delicioso, a churros horneados, a chocolate, a café, a aceite. Y tengo mucha hambre. Alejandra, sentada, con un moño en la cabeza y uno de sus cotidianos suéteres, me saluda un tanto entusiasta.

—Te tardaste mucho —saluda.

—Son como mil cuadras —excuso—. Y hay mucha gente en todos lados.

—Claro —toma una pequeña libreta y me la muestra—. ¿Cómo va?

Un dibujo de un café y un par de churros descansan sobre el papel, coloreados en tonos cafés muy claros.

—Madre mía —digo, acercándome a ella—. Está genial.

—Gracias —agacha su mirada.

Tomo asiento del otro lado de la mesita, y cuando intento encontrar un par de acuarelas sobre la mesa, no logro encontrarlas. No hay pintura, ni rastro de pinceles, o, de nada. El aire que se cuela

—¿Cómo lo pintaste? —inquiero al no encontrar señales de materiales—. Quedó muy bonito. Yo no haría eso ni en mil años.

Sonríe, tímida, haciendo que las mejillas se le estiren ligeramente. Le da un trago a su taza de café, para luego darme su pequeña libreta.

—Huele la hoja.

Sin cuestionarla, lo hago, con cuidado. Mi cerebro y mis sentidos esperan un olor a papel, pero, me sorprendo al percatarme de que, de hecho, huele a café. Muy, tenuemente, huele a café.

—¿Lo pintaste con café? —inquiero, casi gritando.

La técnica me ha tomado por sorpresa. Ale me ha tomado por sorpresa; ¿desde cuándo se puede pintar con esto? ¡Quedó súper guay!

—Así es —remoja un pedazo de churro en el vaso de chocolate—. No es mucha ciencia, realmente. Muchos pintores usan el café como pintura, y, a falta de material... —levanta una ceja, irónica.

—Aún así quedó genial —sonrío de oreja a oreja, observando cada detalle.

La gente entra y sale de la pequeña puerta que tenemos a nuestra derecha, con sus bolsas de papel llenas de churros, o sus vasos de cartón rellenos de café. El olor me impregna los pulmones de churros recién horneados, por lo que mi estomago ruge con fuerza.

—¿Gustas? —ofrece, al ver que mi mirada se centra en su plato.

—Uhm, ¡sí! —me levanto de la silla y comienzo a dar pasos hacia la entrada del lugar—. Pero, iré por unos para mí. No te preocupes.

—¿Seguro?

—Síp —toco su nariz, haciendo un pequeño "bup".

Me mira, con los ojos muy abiertos, y por primera vez, noto lo redondos que son. La luz artificial que descansa sobre nosotros le ilumina el café de sus ojos, haciéndole ver una pequeña mancha color miel. ¿Pero qué demonios? Siento mi cara extraña, como, tibia, y, un hormigueo me recorre el estómago. Debo alimentarme antes de que pase otra cosa.

Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora