No Thanks

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—Vámonos —dice mamá.

—Pero apenas son las siete veinte... —ni si quiera me he despertado bien todavía.

—Debo llegar a hacer inventario —ni ella tampoco.

Comienzo a cerrar todas las ventanas y a asegurarme de que no dejo nada abierto, para después dejarle un poco de comida extra a Toncho. Me cuelgo mis audífonos en el cuello, luego bajamos al estacionamiento para subir al auto y darnos cuenta de lo frío que están los asientos. 

Mañanas como estas me hacen darme cuenta de lo lindo que es estar despierto, y de cierto modo, lo agradable que es el sol traspasando mi suéter.

Cuando llegamos al estacionamiento del centro comercial y bajo del auto, siento un fresco aire alborotándome el cabello; hará calor en poco rato. 

Entramos con mi madre al gran edificio y notamos que no hay nadie salvo los de intendencia.

—Voy a empezar de una vez —me dice, poniéndose una bufanda—. ¿Qué harás tú?

—Tarea.

Asiente una vez con la cabeza y se adentra en la recepción para examinar unos papeles. Atravieso las otras dos salas que trasladan a su oficina y me quito uno de mis suéteres para poder iniciar con el deber; lo que he estado avanzando por las noches todavía no es suficiente; mi vida es demasiado aburrida como para sacar algo de eso, y en lugar de crear una historia entretenida y divertida, lo único que hago es narrar un poco lo que me pasa cada día del verano.

Algo así como un diario a manera de bitácoras extensas, pero con pinta de novela barata tipo wattpad.

Después de dos horas constantes de escritura, mi mente me exige distraerse un poco, por lo que me pongo mi suéter y mis patines para irme directamente a la pista; necesito aprovechar antes de que comience a llegar gente.

—¿Ya acabaste? —pregunta mi mamá.

—No, pero ya se me entumieron las nalgas.

Me adentro en el frío salón de hielo y comienzo a dar movimientos largos con los pies para poder avanzar. Estar aquí, me hace sentir extraña en un buen sentido, como, si fuese la protagonista de alguna película. Claro que, ser patinadora profesional nunca me ha interesado en lo más mínimo, ni hacer piruetas en el aire, o dar saltos con giros. Prefiero patinar por diversión, a mi manera, sólo avanzando.

Mi teléfono vibra, haciendo que se interrumpa mi música, por lo que me molesto un poco.

iMesagge
Hoy 10:02 AM

Te gustan las donas para almorzar? :)

Número desconocido. Lo ignoro y continúo patinando.

Pasada la media hora patinando, siento que mis piernas se entumen un poco, y que mi estómago pide comida. 

La poca gente que hay, está haciendo calentamiento antes de ponerse a practicar sus rutinas; la mayoría de ellas se están preparando para eventos próximos donde dan premios y concursan varios participantes talentosos.

Yo en cambio, me preparo para comer.

—Qué pasa, tía —me llama alguien.

Me vuelvo por detrás de mí y veo a Francisco con muchas chamarras puestas encima y un gorro rojo que le cubre la mayor parte de la cabeza. Está aferrado al borde de la pared divisora y constantemente se tambalea para no perder el equilibrio.

—Qué onda, güey —digo.

—¿Llevas mucho aquí? —pregunta, examinándome.

—Nah.

—¿Has visto a Rafa? Se supone que estaría aquí pronto.

—¿A Rafa? —inquiero, sintiéndome perdidísima.

Que yo sepa, ni Francisco ni Rafael saben patinar bien, y me han comentado que detestan el frío. Un dedo me toca el hombro un par de veces.

—Qu—

Me sobresalto un poco al ver a una chica peculiarmente conocida.

—¡Hola! —saluda, contenta.

¿Es... quien creo que es? 

Perfecto, lo que me faltaba.

—¡Hola! —corresponde Francisco al no hacerlo yo—. ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces... por aquí?

Hasta entonces, ella no había dejado de mirarme.

—Oh, yo... —saca por detrás de ella una bolsa de papel—. Le traje esto a Ale.

No digo nada, e intento conservarme seria a pesar de todo. Lo recibo y abro con cuidado para que no me explote algo en la cara de golpe, pero al notar que se trata de un par de donas con glaseado, me alivio un poco.

—Esto...

—Es por haberme ganado ayer —agrega, sin dejar de sonar linda.

Así que fue ella la del mensaje. ¿Cómo consiguió mi número? Quien haya sido, se ha ganado un golpe en el brazo.

—¡Aww! —exclama Francisco, tomándome del hombro—. ¿No es adorable? Te trajo de desayunar.

—Sí —indico, incómodamente molesta—, muy amable de su parte.

Tomo la bolsa un tanto dudosa y sonrío falsa.

—Bueno, iré a dejar esto. ¡Disfruten de la pista!

Patino fuera del círculo de hielo tan discretamente rápido para evitar que me sigan y termino ocultándome entre los lockers, sólo para encontrarme con la sorpresa de que las donas no huelen extraño, no tienen nada sospechoso, ni nada que me hagan pensar que quiere envenenarme.

¿Quién vergas es esta tipa y qué quiere conmigo?

No, cálmate Ale, me repito. Primero tienes que conocer sus intenciones antes de juzgarla de esa manera.

—¿A dónde vas? —pregunta mamá cuando abandono su cubículo apenas entro.

—A ningún lado —la miro sospechosa.

—Entonces tráeme algo de comer.

Suspiro de manera ruidosa.

—Te voy a traer una paloma.

Salgo disparada hacia la zona de comida del centro comercial y comienzo a hacer cola en uno de los tantos puestos para que tomen mi orden.

Al cabo de media hora, me entregan mi comida, calientita.

Comienzo a bajar por las escaleras eléctricas, cuando entonces veo a la misma muchacha de hace rato. 

Puta. Madre.

—¡Hey, Ale! —me pongo tensa al escuchar su voz.

¿Qué hago ahora? No puedo simplemente desconocerla; también tengo modales, aunque me duela. 

—¿Vas a almorzar? —se ha puesto colorada.

—Sí.

—¿Puedo acompañarte? —lo dice con una dulzura que no me la creo.

Tiene en su mano, al igual que yo, una bolsa de plástico con comida para llevar.

Es altísima.

—Oh, gracias —es como si le hubiera apagado el brillo de los ojos—, pero comeré con mi mamá.

Sin decir y hacer otra cosa, doy media vuelta y comienzo a caminar de regreso a la entrada de la pista mientras me pregunto si tendrá más amigos, o amigas, y si es sólo mi imaginación, o estoy comenzando a creer que está tras de mí.

Aunque eso no tendría sentido, en lo más absoluto; alguien tan guapa como ella, tan hermosa, queriendo estar con una papa como yo. No, no. No me la creo. 

Algo quiere, algo está buscando.

¿Pero qué puedo tener yo que ella ya no tenga?

Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora