—¡Cheto! —grito, entrando a mi habitación.
Mi amigo se encuentra de pie frente a mi cajón de ropa, y, al ver el espectáculo de pronto, mis ojos se quieren llenar de lágrimas.
Mia está acurrucada sobre mi ropa, y tiene a cuatro pequeños gatitos pegados a su estómago. Las cuatro criaturas son hermosas; una es como la madre, completamente blanco, y se mueve mucho. El otro es color blanco con dos manchas grandes en su espalda y en la parte de su estómago. El tercero es color negro, con una pequeña mancha color blanca en su pequeña boca y en su estómago. El último, y el más pequeño, es color negro con dos ligeras manchitas blancas en sus patas delanteras, y chilla mucho; parece ser el más pequeño. Mia se inclina hacia éste para lamerle su pequeña cabeza peludita.
Pero qué hermoso.
Quiero llorar.
—¿Cómo pasó? —inquiero.
—Estaba tomando una ducha y, de pronto, cuando salí a la cocina, comencé a escuchar chillidos muy agudos —dice, cruzándose de brazos—. Me tomó por sorpresa cuando vi a los cuatro gatitos. Te llamé en seguida.
—Pero cómo demonios lo hizo —digo para mis adentros.
—¿Dónde está Ale? —inquiere—. Creí que estabas con ella.
—Dijo que iría a su casa —respondo, caminando con cuidado más cerca de mi gata.
Mi pequeña Mia, tan indefensa y frágil, luce cansada y exhausta. Los pequeños gatitos se mueven de un lado a otro, y hacen pequeños ruidos casi inaudibles que me hace preguntarme, cómo hacen las mamás gatas para poder escuchar sus necesidades a tan temprana edad.
—Le puse agua y croquetas —señala su plato junto a su cajón.
—Gracias —le tomo del hombro y lo aprieto apenas un poco para mostrar mi afecto—. En serio.
—No es nada.
Me pongo de cuclillas junto a ella, y de pronto, voltea a verme, con sus preciosos ojos brillantes y redondos. ¿Qué estará pensando? Me pregunto si habrá sufrido, si habrá sido difícil para ella lo que acaba de ocurrir. Me siento terriblemente culpable por no haber estado aquí con ella, a su lado. Pero, ahora, viéndola tan relajada con sus cuatro crías, me hace pensar en lo hermosa que es, y en lo fuerte.
Acerco mi mano a su cabecita blanca, pero, antes de llegar a ella, me detengo. ¿Deberé tocarla? ¿Estará molesta conmigo? Sin decir nada, ni mover un solo músculo, estira su cuello y toca la palma de mi mano, restregando su pequeña cabeza, y sé que debo acariciarle entonces.
Es muy linda.
—¿Qué procede ahora? —pregunta de pronto.
—No lo sé —me encojo de hombros—. Había leído algo sobre lo que procede después.
Una rápida imagen del artículo de internet llega a mi mente; las gatas, al parir, expulsan la placenta y luego...
Se las comen. Por los... nutrientes que contiene.
Hago una mueca de disgusto al imaginar tal cosa. Perturbante. ¿Los humanos también hacen eso? Espero que no, o me vomito.
—¿Deberemos... salir? —inquiere, en voz baja.
—Uhm, sí —me incorporo y comienzo a caminar hacia atrás, pero hago una pausa para contemplarla una última vez. Al menos, por un rato.
—Meww —escucho en mis pies.
ESTÁS LEYENDO
Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]
Fanfiction⚠️⚠️[NOVELA EN PROCESO DE REVISIONES/CORRECCIONES/EDICIONES]⚠️⚠️ Alejandra Melgar tiene muchas preguntas. ¿Por qué sus días son una rutina constante? ¿Cuándo pasará algo interesante? ¿Está conforme con su vida, o sólo ya no le importa? ¿Continúa hac...