Here Comes The Sun

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—¡Buenos días! —dice mi mamá, entrando de manera escandalosa por mi cuarto—. ¡Mira qué lindo día está haciendo!

Me cubro con las cobijas lo más que puedo y trato de ignorarla. Es muy temprano todavía, no sé qué trata de hacer.

—Vente a desayunar —invita.

¿Por qué no me sorprende?

—¡Párate! —comienza a quitarme las cobijas de encima—. ¡El día está precioso!

Lucho contra ella y me aferro a las cobijas lo más que puedo, pero al final mis cansadas manos terminan cediendo y caigo hacia el suelo junto con mi mar de mantas.

En serio, ¿qué caso tiene?

—Ven, que te hice quesadillas.

Me quito las cobijas de manera perezosa y como puedo me levanto. No hemos trapeado en días, pero... el suelo luce muy limpio, y huele como a, aromatizante. De hecho, hasta puedo decir que huele bien.

—¿Quieres jugo? —pregunta mi madre, sirviéndome en un vaso—. También hay leche en el refrigerador.

¿Qué sucede? ¿Por qué de pronto tal actitud? Con cuidado y sin hacer movimientos muy bruscos, me acerco a la mesa y tomo asiento cerca de ella. Cuando pruebo las quesadillas, me saben distinto, como, si no tuviesen sabor. 

Miro hacia la sala, que se ve demasiada recogida y limpia. ¿Acaso mi mamá estuvo limpiando? Me acerca un plato de pepino con algo de sal y limón.

—Ni te apures —me dice—, ya dijeron en la comisión que no tienen nada.

Espero que ofrezcan ayudas económicas a los agricultores para ayudarlos con sus pérdidas; no me imagino la cantidad de dinero que perdieron por culpa de esta rara bacteria, si es que podemos llamarla así, en los pepinos las últimas semanas.

—¿Quieres ir de compras conmigo hoy? —pregunta, al tiempo que deja otra quesadilla sobre mi plato.

No tengo muchas ganas de salir, y pensaba quedarme en casa, viendo películas en Netflix, jugando Xbox, o comiendo queso todo el día. De hecho no tengo ganas de moverme.

—No.

—¿Eh? —se inclina sobre mí—. ¿Por qué no?

—Quiero esperar a ver si llaman para lo de Toncho.

Tuerce un poco la boca, decepcionada, y continúa haciendo quesadillas. Hemos dejado una alerta en cada veterinaria y nuestro número de casa en caso de que alguien lo encuentre.

Me faltan los maullidos de mi gato, verlo tirado en su cama, escuchar sus quejas pidiéndome comida.

—Gracias por el desayuno —me pongo de pie y dejo el desayuno a medio comer.

Me vuelvo a meter al cuarto, cierro la puerta, las ventanas, me meto a la cama y continúo durmiendo.


('ヘ`;)


Cuando vuelvo a despertar, mamá ya no está, pero una pila de quesadillas sí, al igual que una jarra de jugo de naranja con semillas. 

Suspiro al ver que mi cabello se ha esponjado al grado de hacer que mi cabeza se vea pequeña. De hecho, ver tanto color negro hace que mi piel luzca ligeramente más blanca de lo que realmente es, aunque admito que hace un contraste perfecto con mis ojos cafés.

Guardo el plato del desayuno dentro del microondas, y el jugo en el refrigerador. Hoy no quiero hacer otra cosa más que dormir, estar sola y prácticamente no tener que preocuparme por vestirme. Mi pijama está muy a gusto. 

Peor Que Un Gato [Rubius Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora