[5] Salvando mi trabajo

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—Creo que puedo describir esta como la peor semana de mi vida

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—Creo que puedo describir esta como la peor semana de mi vida.

—Vamos, no fue taan mala —me dice Derek, trayendo dos vasos de chocolate caliente.

—¿Que no? Primero, mi antiguo jefe es reemplazado por sus dos hijos psicópatas, y en la primera reunión paso vergüenza y amenazan con despedirme. Luego, mi hermano se mete en problemas, de nuevo. Vomito sobre los libros, vuelvo a vomitar en el auto de mi jefe, en su vidrio para ser precisa, y casi genero un choque en cadena. Después, la nueva empleada hace que me meta en problemas, lo cual genera una segunda amenaza de despido. ¡Es demasiado para una sola semana!

Lindsey y Derek escuchan con atención. Ellos son mis mejores amigos desde siempre. Linds y yo nos habíamos conocido en jardín de infantes, y habíamos sido mejores amigas desde que ella metió su dedo en mi nariz. Sí, una forma extraña de comenzar una amistad. Derek llegó mas tarde, en primaria. Al ser el chico nuevo y raro, Linds y yo lo integramos a nuestro pequeño grupo. Desde ese día somos algo así como el trío de oro.

—Tranquila, nena. Las cosas mejorarán. Ya se darán cuenta de que esa chica no vale nada como empleada. Y todo a la normalidad de nuevo —me tranquiliza Linds.

—Ya ni ganas de jugar Twister me quedan —me quejo, echando mi cabeza hacia atrás en el sofa.

—¿Sabes qué te hará mejor? —dice Derek, acariciando mi brazo.

—¿Una casa en Miami en la cual veranear el resto de mi vida? ¿Casarme con Josh Hutcherson y tener mini Josh's deambulando por ahí? ¿Ser millonaria? —inquiero.

—Una maratón de Harry Potter —responde él, tomando el control de televisión.

—Ah, eso también puede servir.

* * *

Me levanté con dolor de cuello. Ahg, me había dormido sobre la lona de Twister. Apagué mi alarma, que señalaba las 6:30.

Me incorporo, para encontrarme a mis amigos durmiendo en el sofá. De no ser porque a Derek le gustaban los chicos, hubiera pensado que se veían como una pareja.

—¿Chicos? —digo, intentando despertarlos. Nada sucede—. ¡Miren, comida chatarra y chicos lindos sin camisa!

Ambos se despiertan de golpe.

—¡¿Dónde?! —preguntan.

—Ah, nunca falla.

En media hora nos encontramos vestidos y desayunando en el living.

—Que mal que Dominic no esté tan seguido aquí —dice Lindsey—. Creo que también siento como si fuera mi hermano.

Mamá casi le había prohibido salir de la casa, lo cual no me pareció algo totalmente agradable para un adolescente de 15 años. Después del colegio, como ella no podía recogerlo, en vez de ir yo hacía que mi hermano caminara o fuera en autobús hasta el otro lado de la ciudad. Dominic estaba indignado.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora