[38] Problemas azucarados

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—¿Cómo que no puedo abordar con Óscar? —digo, quedándome petrificada frente al hombre.

—Disculpe señorita, no está permitido subir con animales al avión —responde él, desviando la mirada para no encontrarse con mi ojos "amenazantes".

—En ningún lado decía nada sobre...

—Disculpe, pero no está permitido.

Me giro con los brazos cruzados hacia Oliver. Él me mira, encogiéndose de hombros. Como diciendo, "Tu loro, tu problema".

El aeropuerto estaba abarrotado. Nuestro vuelo salía en dos horas, pero estaban haciéndonos la revisión de maletas. Bueno, estaban por hacerlo, hasta que notaron que yo venía con la pequeña jaula de Óscar en mis brazos.

No podía dejar al loro con mi hermano; primero que mis padres no aceptaron que mi amiguito se quedara en su casa, y segundo que Dominic no era responsable suficiente como para darle todas sus comidas diarias. Derek y Lindsey dejaron en claro su opinión sobre el tema, argumentado que sus respectivos perros se abalanzarían sobre Óscar en la primera oportunidad que tuvieran.

—¿No hay ninguna posibilidad de que Óscar suba al avión...?

—Solo si paga una multa de trecientos cincuenta dólares —contestó el hombre.

—¡¿TRECIENTOS CINCUENTA DÓLARES?! ¡¿PARA UN SIMPLE LORO?! —chillo, horrorizada. Lo único que me faltaba. Vuelvo a mirar a Oliver, y él gira los ojos.

—Déjame negociar a mí —dice él, por lo bajo.

Se pone frente al hombre, a la vez que yo me alejo unos pasos.

—Tranquilo, Óscar, ese hombre es muy malo. Tu no mereces semejante trato.

—¡Dominic es el chico mas guapo del mundo! —dice el loro.

—¡¿Alguna vez dejarás de repetir todo lo que dice Dominic y aprenderás oraciones decentes?!

Ayer intenté enseñarle a Oscar una poesía de Shakespeare. No hubo forma, no paraba de repetir "¡Dominic es el chico más guapo del mundo!".

Maldito niño.

Oliver interrumpe mi discusión con Óscar.

—Vamos, Louisa, trae tu maleta —dice, acercándose a mi y al loro.

—¿Lograste solucionarlo? ¿Así de fácil? —le pregunté, sonriendo.

—Bueno... algo así. Le dije al hombre que tienes un... problema psicológico, y de terapia necesitas a tu loro —¿Qué? Uf, tenía que admitir que su idea había sido un poco rara. Igual me pareció genial—. Así que... actúa como loca.

—¿Problema psicológico? Tú eres el loco. Además, no soy buena actuando —dije, por lo bajo.

—¿Quieres subir a Óscar al avión o no? Además, ni hace falta que actúes.

Me ofendí con su comentario, pero no pude demostrarle mi desagrado porque el de las maletas había llegado.

—Señorita, disculpe las molestias. Su... —le echo una mirada a Oliver, y este me puso una mano en el hombro en compasión—. Su... compañero puede viajar también.

—¿Escuchaste Óscar? ¡Puedes venir! —le dije al loro.

—Gracias por esto, señor. Su psicóloga lo apreciará mucho —dice Oliver, suspirando teatralmente. Uf, no conocía esta faceta de actor de Oliver.

—Óscar es muy importante para mí, señor. Usted es una gran persona. Óscar, yo y mi... enfermedad le estamos eternamente agradecidos —le dije al hombre, fingiendo secarme una lágrima. Oliver notó mi pésima actuación y me golpeó las costillas con el codo, para que no se me ocurriera proseguir.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora