[37] Valió la pena

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—No la estoy pasando demasiado... —Me interrumpo para vomitar— bien.

Lindsey sostenía mi pelo para que no cayera como cascada al inodoro.

—Todavía no puedo creer que Lou, nadie más ni nadie menos, esté vomitando por los efectos del alcohol —dice Derek a Lindsey. 

Ajá, yo tampoco lo creía.

—Yo no puedo creer que sobrevivió a la universidad sin emborracharse ni una vez. Hoy perdió su virginidad ante la cerveza —ríe ella.

—Ja, ya cállense —gimoteo, lanzando de nuevo mi vómito al retrete.

Pero no me arrepentía.

Mi cerebro no paraba de repetirme que en mi habitación reposaba la magnífica nueva edición de Harry Potter que Linds me había prometido después de aquel vaso. Aquel vaso que invitó a los demás a meterse en mi organismo.

Y valió la pena.

Después de una noche de baile alocado, chistes malos, un par de cervezas y demás nos habíamos vuelto los tres a mi departamento. Había dormido hasta recién, y la única que no tenía resaca —Lindsey— fue a comprar la comida para el mediodía. Ah, y de paso cumplió su trato, trayendo el hermosisimo libro prometido.

—¿Por qué carajo estoy tan mal, y Derek que es un fanático a la cerveza está fresco como una lechuga? —gruño, alejándome un poco del inodoro. Miro a mi amigo, quien se burla de mí con una risa auténtica.

—No tienes resistencia al alcohol. Yo soy el experimentado —responde.

Giro los ojos. Iba a responder, pero vuelvo a vomitar.

* * *

Para las 5, ya estaba mejor. Los vómitos habían desaparecido, y en su lugar se había instalado un fuerte dolor de cabeza. Nada que impidiera a Louisa Marshall volver al trabajo y mantener su asistencia perfecta.

Clau, como siempre, notó mis ojeras.

—¿Otra vez leyendo hasta la madrugada? —pregunta, acostumbrada a mi comportamiento.

—No vas a creértelo, pero fui a una fiesta —le respondo, metiendo mis cosas en mi locker.

—No te creo. —Entrecierra los ojos.

—Te lo dije. —Me encojo de hombros.

—¿Enserio fuiste a una fiesta?

—Hasta hace dos horas vomitaba en mi retrete. El hijueputa de Derek tomó una fotografía. —Le extendí mi teléfono con la foto. Ella dejó caer la mandíbula—. Lo sé. Impresionante, ¿verdad?

—¿Qué es impresionante?

Oliver se había acercado a nosotras. Llevaba su típica camisa a cuadros combinada con sus correctos jeans.

—Lou tuvo una noche de party hard. —explica Clau, dándome un codazo en el brazo—. ¿Y? ¿Ningún chico guapo? ¿Ni siquiera tu amigo, como se llama... Derek?

—Derek es gay —digo, girando los ojos.

—Oh —dice ella, algo decepcionada—. Casi que tenía esperanzas... ¿y nadie más?

Oliver me mira atento y de pronto me siento algo nerviosa.

—Eh..., ya sabes, lo normal —respondo. La voz me sale algo chillona.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Tengo que ir a trabajar, ¿verdad Oliver? Claro que sí, vamos.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora