[34] Detectives

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—No lo encontramos —la voz de mi madre se quiebra—. Dominic ha desaparecido.  

Las piernas me tiemblan durante un segundo, pero me recupero al instante. No puede ser real.

—¿Que Dominic desapareció? Mamá, conoces al chico, lo mas probable es que se esté escondiendo debajo de la cama para no hacer la tarea —digo, con firmeza. 

—No está en la casa, llamé a sus amigos para ver si se había ido para su casa, pero me dijeron que no que no lo habían visto en todo el fin de semana. Mi última esperanza era que estuviera contigo —dice ella, en tono desesperado.

—¿Y probaron llamarlo al móvil? —pregunto. La desesperación de mi madre se me estaba contagiando, y colándose en mi tono de voz.

Ella se queda en silencio unos segundos.

—Se lo habíamos quitado —responde.

Mi mente andaba a carreta para aquel entonces. No recordé que Dominic me llamaba a escondidas desde el teléfono de la casa, justamente porque andaba sin móvil.

—¿Hace cuanto que no está? —digo, apoyándome en la pared por la flaqueza de mis rodillas.

—No lo sé, pensábamos que estaba en su cuarto, y cuando fui a llamarlo para que haga su tarea noté que se había ido —hace un pausa, ¿se estará reprochando a ella misma? Eso espero—. Llamé a tu padre a la oficina y le dije que venga. Creemos que cuando yo regaba el jardín se escapó por la puerta principal. La encontramos mal cerrada.

—Ya, iré a mi departamento para ver si está ahí, dile a papá que conduzca hasta lo de la abuela, y tú quedate en casa por si regresa. También me pasaré por la casa de alguno de sus amigos, si lo estuviesen escondiendo no creo que lo delataran simplemente por llamada telefónica. Y si no aparece, me pasaré por sus clases de básquet, el colegio, el salón de videojuegos y otros sitios que suela frecuentar, ¿ok?

En otras palabras, gastaría mi sueldo entero de dos meses en taxis.

No se de dónde surgió la firmeza en mi voz, y ese plan tan extenso, pero no había tiempo para preocuparnos.

—¿Y si no lo encontramos? —pregunta mi madre, ahogando un sollozo.

Me pareció tan hipócrita que sólo se preocupara por su hijo cuando estaba desaparecido... Pero si me detuviera a pelear, no encontraríamos a Dominic jamás. 

—Llamamos a la policía. Pero no creo que haga falta, de seguro está en alguno de estos lugares —le miento. 

Y cuelgo.

Me doy unos segundos para calmar el latido ensordecedor de mi corazón, y para que mis rodillas dejen de temblar. No es tiempo para derrumbarse, me repito. No hay tiempo para derrumbarse.

Sin lograr demasiado en esos segundos, entro en la oficina de Oliver, donde él se encuentra tecleando sin cesar en la computadora. Empiezo a recojer mis cosas.

—¿A dónde vas? —pregunta, dejando su actividad de teclear por un momento.

—Larga historia —respondo, metiendo mis cosas desenfrenadamente a mi bolso—. Es una emergencia, tengo que irme. Te prometo que mañana recupero las horas pero ahora...

Las cosas se me caen un par de veces al suelo, y no sé si es por eso, por el temblor en mi voz, o por mi cara de susto que se da cuenta de que enserio estoy hablando de una emergencia.

Se levanta de su escritorio y en dos zancadas me alcanza. Pone sus manos en mis hombros, deteniéndome.

—Louisa, ¿qué esta pasando? —pregunta, con suavidad.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora