[21] Todo marcha bien

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Sobreviví a mi primera semana con mi nuevo puesto

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Sobreviví a mi primera semana con mi nuevo puesto.

Aun no me lo creo. ¿Cómo pudo Louisa Marshall, la mujer con menos suerte en el mundo, no arruinar las cosas en un período tan largo como lo son siete días? Directita a Yahoo, porque ni yo se la respuesta.

Bueno, tal vez si hubo incidentes menores. Como cuando Oliver volcó un poco de su café a 100°C en mi pierna, y tuve que estar el resto del día con mi pantalón manchado, o como cuando cargaba una caja pesadísima de libros por las escaleras del depósito, y caí de trasero... En fin, nada de que preocuparse.

Oliver parecía estar más relajado con esto de tener alguien ayudándole un poco. En esta semana había corroborado lo que siempre había observado desde que trabajaba aquí; la parte administrativa de manejar una librería es larga y tediosa. Cuando Oliver no se encontraba hablando por teléfono para negociar con proveedores, editoriales y demás, se hallaba firmando papeles y contratos, realizando pedidos y pagando impuestos. Casi nunca andaba con un rato libre, y si no fuera porque yo le llevaba un café a la tarde, pasaba al rededor de 5 horas sin comer ni tomar nada.

—Louisa, necesito que hagas algo por mí.

Oliver deja su vaso de café en su escritorio con cuidado de que los papeles que allí se encontraban no se vieran afectados por el líquido.

—¿Qué pasa? —inquiero.

—Creo que harían falta al menos dos empleados más, porque con todo esto de que tú cambiaste de puesto, nadie está cubriendo el que tenías antes —explica él, ahora acomodándose sus anteojos sobre su nariz—. Y en esta temporada estamos vendiendo demasiado, sobretodo con esto de los libros de texto escolares. ¿Podrías revisar entre las fichas de quienes nos enviaron sus currículums?

—Claro. —Voy hacia donde Oliver me indica, y tomo la caja que especifica "curriculums"—. ¿Tantas personas quieren trabajar aquí?

Dentro de la caja hay como 100 currículums, me llevará horas revisarlos todos.

—Somos la cadena de librerías más famosa del país, tanto gente del norte como del sur desean trabajar aquí —explica él, como si fuera obvio.

Tomo la pesada caja en brazos y me voy al pequeño sillón con la mesita delante para comenzar mi trabajo. Este rincón se había convertido en mi mini-oficina, dentro de la de Oliver.

Pienso en todo lo que ha crecido la librería desde que yo trabajo aquí. Uf, cuando yo ingresé ni curriculum me pidieron. Y ahora, sucursales por el país...

Recuerdo mis intentos por conseguir trabajo antes de aplicar aquí, y me esfuerzo por suprimir una risilla. Jamás de los jamases intenten trabajar en un local de comida rápida si no tienen coordinación de manos y pies. La gaseosa terminará en el suelo, y la hamburguesa en la camiseta de un gordo.

Media hora después, y con los ojos cansados, me echo hacia atrás. He inspeccionado al rededor de 30 de todos las carpetas que allí se encuentran.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora