[15] ¡¿Estás muerto?!

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Vamos a tomarnos un minuto para pensar en algo rojo

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Vamos a tomarnos un minuto para pensar en algo rojo. ¿Qué se te ocurre? ¿Una manzana? ¿La bici de tu hermano? ¿Sangre menstrual? Bueno, si sumamos todo eso, nos daría el color exacto de mi rostro en en este momento.

En parte por el calor que me transmitía mi ropa, en parte por el frío del exterior, en parte porque estaba enferma, pero todo se resumía a una cosa: la vergüenza por lo que acababa de pasar.

Me había quedado estancada entre los dos asientos. Manos de Oliver en mi trasero. Patada al estómago. Manos de Oliver en mi trasero por dos. Mi cabeza en el suelo, y mis piernas en el techo. Manos de Oliver en mi cadera, para poner mis malditos pies en el suelo. Cuerpo de Oliver debajo del mío, en medio de la calle.

Si este tipo no me despide ahora, está más loco que yo.

Salí de encima de mi jefe lo mas rápido que pude -que con todas mis capas de ropa tardó mas de lo que me gustaría admitir-. Él quedó tendido en el suelo, con los ojos ligeramente cerrados.

—¡¿OLIVER?! ¡¿ESTÁS MUERTO?!

¡Lo que me faltaba! Al menos podría huir con su auto.

—No... —dijo él, lentamente—. Pero creo que...

No terminó la frase, y dejó caer su cabeza contra el suelo. Y lo supe en el momento.

Se había desmayado.

* * *

OLIVER.

Abrí los ojos lentamente. Me sentía en tanta paz... Todo se veía blanco. ¿Me había muerto, después de todo? Que hermosa sensación, tanta tranquilidad...

Pero el momento se arruinó cuando Louisa apareció en mi campo de visión.

Se veía realmente horrible. Estaba toda despeinada, con la cara roja e irritada por su resfrío, y tenía ojeras inmensas.

—Ay, Dios, Oliver estás vivo... —comenzó a suspirar exageradamente, como siempre hacía.

¿Por qué esta mujer tiene que ser tan exagerada?

—¿Qué está pasándome? —pregunto. Cuando intento moverme noto que estoy en algún tipo de sofá.

—Oh, está vivo... —se quejó una voz que no pude identificar. ¿Un adolescente?—. Hubiera sido divertido esconder el cuerpo.

—Cállate, Dominic —Louisa pasó una mano en mi frente, para ver si estaba caliente—. ¿Estás bien?

—No —dije. Sentía mi cabeza partirse al medio del dolor. Además, un fuerte dolor en la nuca no me dejaba pensar con claridad.

Intenté levantarme. Una mano me empujó de nuevo al sofá por el pecho.

—No te muevas, o te podrías desmayar de nuevo —habló Louisa.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora